domingo, julio 21, 2013

Crónica de mi previa del Día del Amigo


En broma, había llegado a decir que entendía a Sigourney Weaver, cuando estaba a punto de parir a Alien, porque sentía poderosos dolores abdominales, a intervalos regulares y otros dolores permanentes, como pérfida musiquita de fondo. Diez días así. Con malestares que pasaron de ser molestias a los arañazos siniestros del hijito de la Teniente Ripley. La noche del jueves no dormí por los dolores, al día siguiente salí de casa temprano, tenía reuniones y trabajo de campaña que hacer. Militar, le dicen. A las 7 de la tarde me retiré de una reunión porque no soportaba más, llegué a casa y de ahí a la guardia de la clínica Belgrano. No había médico, estaría ocupado con otra urgencia, luego de esperar unos cuarenta minutos caminando en círculos porque no soportaba estar sentada, apareció. Cordobés, con rastas, me apretó la panza, dolió mucho, y me diagnosticó dispepsia (algo así como inflamación del hígado, según entendí, aunque por esas horas no era muy receptiva a otra cosa que mi abdomen). Me inyectaron una combinación de remedios, aun conservo el moretón en la cola. Me mandaron a casa y a hacerme una ecografía, para ver el por qué de esa supuesta dispepsia, ya que podía ser por cálculos biliares, o renales, barro, etcétera. Todo un divinor.
Tampoco pude dormir la madrugada del viernes, suspendí algunas actividades, aunque otras tuve que hacerlas. A las 3, tenía turno para la ecografía. El hígado, los riñones, la vesícula… todo parecía estar bien. Excepto por el líquido sobre el útero y a un costado del hígado. Líquido que no debía estar ahí, claro, y que me venía dando vueltas hacía más de una semana. La ¿ecógrafa? intentó algún diagnóstico, pero no quiso arriesgarse, pero me dijo tres veces, mirándome fijo, “Con los resultado ya a un cirujano, ¿entendiste?” Las tres veces hizo mucho hincapié en el ‘ya’. Tenía turno con el cirujano (¿Por qué un cirujano tan pronto?, me pregunté. Obvio.) a las cinco. Vio los estudios a esa hora, me anticipó que no tenía idea qué podía estar pasándome pero que si no me operaba de urgencia para drenarme el líquido, bueno, la iba a pasar peor…
Posibilidades: embarazo ectópico (no se, algo horrible, googleen), apendicitis muy rara (nunca me pasa nada que no sea un poco raro) o algún óvulo que al reventarse haya desparramado líquido, que podía ser sangre o una infección.
A las 6 de la tarde ya estaba internada: una habitación preciosa, privada, con plasma LCD, y hasta una salita de espera con sillón para que duerman los que te cuidan. Estaba mejor que en mi casa, en la que dejamos al plomero trabajando, pensando en volver, claro. A las 6 y media vino la ginecóloga, me sarandeó un poco, me apretó acá y allá. El dolor era algo tan natural como respirar, a esas alturas. Ya estaba el quirófano esperándome, sí. Una hora antes había llegado a mostrar un estudio a ver qué onda y ya me habían puesto una vía con suero en la mano, nada práctica para ponerme la batita verde de mangas largas. Todo un desafío.
Según la ginecóloga, en pocas palabras, si no me operaban y extraían el líquido, tal vez no llegara a los próximos días muy viva que digamos. La posibilidad de una infección generalizada que atacara los órganos estaba muy cercana, ya que hacía más de una semana que venía con las molestias y posteriores dolores. Abrirían, drenarían y verían el motivo del líquido desparramado. Si llegaba a ser algo ginecológico se ocupaba ella, si era apendicitis, cosa que la médica prácticamente descartaba, venía el cirujano.
Caras de susto de mi familia. Yo no llegué a asustarme. Ni tiempo me dieron. Entré al quirófano, las enfermeras me saludaron y preguntaron cómo estaba. “Acá”, les dije, “Elegí hacer la previa del Día del Amigo tomando suero en vez de ir a Kerry Keel”, rieron todos. Cómo te llamás. Cuántos años tenés. Cuánto pesás. Si ya me había operado antes. No, nunca jamás.
“Ahora te vas a marear un poco”, me dijo el ¿enfermero? ¿anestesista? Muy simpático y educado, como todos allí. Una de las últimas cosas que recuerdo fue escucharlo decir, mientras inyectaba algo en la vía que tenía conectaba a la mano, “Aerolíneas Argentina les informa que está por partir el vuelo a la primera operación, todos a sus asientos” Me reí. “Es mi primer vuelo, también, toda una nueva experiencia”, acoté y todos volvieron a reír. La verdad es que la estábamos pasando bastante bien, dentro de todo… Pensé en hacer algún otro chiste malo y fácil, de los míos, pero ya me habían vendado las piernas, me habían abierto los brazos en cruz y el mareo era algo real, así que callé. Y dormí o me desmayé. La operación duró cuarenta minutos, yo tardé casi una hora y media más en despertar. Fue un éxito.
Cuando abrí los ojos estaba una de las enfermeras delante mío. Le pregunté qué había sido. Un óvulo fuera de lugar que explotó e hizo todo el daño. Temblaba un poco por el frío, producto de la anestesia, pero estaba consciente y pude hablar con todos. Hasta pregunté la hora y pedí que me vayan poniendo Los Simpson en mi nuevo LCD. “¡Se despertó a full!”, bromeó uno de los enfermeros mientras me entraba a la habitación 302. Bueno, estaba viva, después de haber estado muy cerquita de no estarlo. Era para festejar con Bart y Homero.
Buena noche, con sed, pero durmiendo bastante, sólo despertaba cuando entraban las enfermeras a cambiar el suero. Me tomé como seis o siete. Me levantaba para ir al baño, con cuidado, porque antes de la chata prefería otra laparoscopía.
A la mañana siguiente desperté a eso de las siete. Entraron a hacer la limpieza, vi televisión. Desayuné té con leche, que mucho no me gusta, pero tenía tanta sed que hubiera tomado nafta. Almorcé algo de verduras. Jugué a “cama arriba, cama abajo”, con el control. Luego vino la ginecóloga a revisarme. Estaba viendo Toy Story 3, me dio un poco de vergüenza. Bajé el volumen para oírla. Me encontró bien y me dio el alta. Me recordó la suerte que había tenido de llegar a tiempo a la clínica y me recomendó reposo. “Una pacienta, al otro día de la laparoscopía, ya estaba andando en bicicleta, una locura”, me contó. Yo no tengo bicicleta.

En casa de mi tía el resto de la tarde, y después a mi camita, sitio en el que sigo mientras me tiran los puntos por escribir estas líneas tontas, sin saber mucho para qué lo hago. Lo que sí sé, es que mañana es lunes y voy a vivirlo, gracias al rápido accionar de todos los que me atendieron desde que me hice la ecografía hasta el saludo de la enfermera Laura cuando ya entraba al ascensor lista para irme. Y aunque es lunes, y los lunes no nos gustan, imagino que será un gran día.

domingo, julio 14, 2013

“Váyanse al carajo, yanquis de mierda”


            Hoy extrañé a Hugo Chávez. Y hasta lo escribí en Twitter, lugar de la catarsis y otras cosas. Lugar de ideas, también. Y lo eché de menos porque me hizo falta, obvio. No pude evitar imaginar que haría o que diría al saber del ultraje del que fue víctima el incansable luchador Evo Morales, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Ese hombre, hijo de la Patria Grande que nos acuna a todos y todas, ese hombre que durmió en la calle, que comió sobras, que se formó bien de abajo, padeciendo la desigualdad en su propio cuerpo, viviendo la miseria a la que su país fue sometida durante tantos siglos, esa inequidad de los blancos, esa injusticia del imperio, ese imperio que ayer, con su largo brazo que acaparó tanto, que con su puño manchado de sangre, la nuestra, escribió la historia durante siglos, todavía cree que puede, y avasalla.
            Lo que sufrió Evo Morales este martes, no es un hecho aislado, no es parte de un error, no es un desafortunado episodio, no es una “escala forzosa” como tituló el gran diario antiargentino. Es otra cosa, es violencia, es el modus operandi de quienes no asimilaron todavía que las cadenas que creían eternas se han roto para siempre y ahora se oxidan en el rincón de la infamia.

            Y no puedo evitar comparar y recordar algunas cosas. Y hago memoria y pienso en las voces que clamaron justicia por un Lanata mentiroso, que dijo que en el aeropuerto de Venezuela le habían robado el material que después mostró al aire, insultando nuestra inteligencia, esos mismos que le creyeron al ignominioso contador de falacias, que alzaron sus puños consternados por esa pobre víctima de la tiranía chavista, hoy, no marcharon, no cacerolearon, no discursearon para pedir justicia por Evo, por mi, por vos, ni siquiera por ellos. Porque cuando el imperio ataca, nos ataca a todos y no separa tu mirada selectiva, no rescata tu desprecio al indio ese que lucha desde el barro, no. No te salva tu odio ni tu rencor. No te salva creerle a Lanata. Lo único que nos salvará es la unidad, la unidad de los pueblos oprimidos, la unidad Latinoamericana. Lo único que nos salvará será la apuesta fervorosa a esta Patria Grande que no espera más, que no se detiene, que se sabe libre por derecho y lucha para que ese derecho se efectivice y se termine el dolor, el hambre, la ignorancia y el maldito, mil veces maldito miedo que todo lo hace ver diferente y peligroso, el miedo que empaña tanto el espejo que no nos podemos reconocer en el otro, allí donde esta la Patria.
            Pero tenemos Cristina, y tenemos Rafael, liderando la batalla junto con Evo, que sabe que no está solo. Presidentes que como nunca antes en la historia, dejan todo por los intereses comunes, por la integración del Sur y se plantan firmes y hacen lo que hay que hacer y dicen lo que hay que decir, guste, o disguste.

            Y entonces lo recuerdo, gritándole al mundo, ante miles de venezolanos, dándole 72 horas al Embajador norteamericano en Caracas para salir del país, también en ese momento en solidaridad con Bolivia, con el Pueblo de Bolivia y el Gobierno de Bolivia. Porque el gobierno de Estados Unido no respetó, otra vez, esa vez, “a los pueblo de América Latina, los pueblos de Simón Bolivar”. Fue allá por el 2008. Y nada cambió. Nada cambió en más de 500 años. De hecho, aun hay gente que se rasga las vestiduras y reclama por una estatua de Cristóbal Colón, en vez de exigir que en ese lugar se emplace una de, por ejemplo, Juana Azurduy. Y allí, en ese acto magnífico, Chávez dijo, con la voz de los oprimidos de América toda: “Váyanse al carajo, yanquis de mierda”,  lo mismo que digo yo hoy, porque somos un pueblo digno, porque estamos resueltos a ser libres, “Váyanse al carajo, cien veces”, ustedes y todos los países europeos que como lamebotas rastreros quieran injuriarnos, faltarnos el respeto y desconocer nuestra soberanía ganada y defendida, cueste lo cueste. 
María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

martes, marzo 05, 2013

Hablemos de la inmortalidad




“Estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación
 de cualquiera de los países de Latinoamérica”

(Che)


            Empezó acá en Mar del Plata, estoy segura. Lo se, porque estuve ahí. Yo era una de las miles y miles de personas que caminamos en esa marea latinoamericana por la avenida Independencia en la Marcha del Alba hasta el Estadio Minella, donde, bajo una fría llovizna, escuché por primera vez al Presidente bolivariano Hugo Chávez.
            Su “ALCA, ALCA… ¡ALCA rajo!”, sonó a rugido de libertad y fue repetido por los miles allí presentes, quienes hicimos una su voz con las nuestras y lo gritamos, para que el Imperio lo escuche fuerte y claro. Y lo escuchó. Y nosotros empezamos a creer que otra historia podía escribirse, y sostener firme la pluma y abrir el libro de la Patria Grande justo después de las páginas que habían escrito los Bolívar, los San Martín, los Sandino, los Guevara, los Castro, los Dorrego, las Azurduy y tantos otros y tantas otras. Y empezamos a delinear las primeras frases, las primeras alianzas, levantamos más alto las banderas, porque nunca se bajaron.
            Era el 5 de noviembre de 2005 y la Unidad Latinoamericana volvía a abrirse paso con fuerza renovada, mientras íbamos sacando la cabeza fuera de la noche oscura de la supremacía del neoliberalismo en nuestras tierras, y pudimos hacerlo porque acá hubo Chávez. Revolución, le dicen.
            A las personas como Chávez, las que conforman apenas un pequeño y apretado puñado de imprescindibles, no las podemos enterrar, porque a ellos los sembramos y con nuestras lágrimas humedecemos la tierra fértil de nuestra Patria Grande, inmensa, para que florezca más como ellos. Miles.
            Llorarlo es reconocer semejante pérdida, es apreciar, en el acto, el vacío que dejará alguien como él. Nunca comprendí a los que se niegan a llorar a los seres amados, o respetados, o admirados. Es como negar la raíz misma de nuestra esencia, esa que se conmueve con la muerte, tanto como con la vida. El llanto es de dolor, porque duele. Pero las lágrimas igual nos permiten la sonrisa al recordarlo. Esa mezcla de alegría, sufrimiento y pasión tan latinoamericana que llevamos bullendo en las venas: la sangre roja, como la marea del pueblo venezolano que siempre lo acompañó, lo sostuvo y lo reafirmó.
            De a poco, muchos otros países se fueron sumando a la Unidad, la solidaridad del pueblo sin fronteras. Hoy somos más los que queremos una Patria que contenga todas nuestras patrias, que los que quieren paisitos chiquitos para vender por partes. Y esos son capaces de vender todo, hasta nuestras vidas.
            Entonces, ¿cómo creer que hay un final para Chávez? ¿Cómo no sentirlo vivo, peleando por los pobres de cualquier parte? ¿Cómo pretender clausurar el futuro antes de vivirlo? Es que de eso se trata la inmortalidad, señoras, señoras: de morir para seguir viviendo en los demás. Porque nos queda mucho camino que andar, porque vamos a persistir, hasta la Victoria, siempre. Siempre. Siempre. Porque continuar la lucha no sólo es el mejor homenaje, es el único.

María José Sánchez

sábado, febrero 16, 2013

Prueba de Vida



             Luego 68 días de especulaciones, exageraciones, mentiras y buenos y malos deseos, aparecieron, finalmente, imágenes del Presidente Hugo Chávez, quien desde La Habana se recupera de una severa intervención quirúrgica.
            Lo daban por agonizante unos, lo salían a dar por convaleciente otros. Lo dieron por muerto, lo dieron por vivo. Hasta el famoso diario español El País llegó al extremo de publicar imágenes falsas de un supuesto Chávez (quien no era tal) entubado y aparentemente a punto de dejar este mundo. Algunos medios le pusieron tanto empeño en (des)informar sobre el estado final del mandatario venezolano que podíamos distinguir cierto deseo de que fuera cierto por la forma en que transmitían las supuestas noticias.
            Ayer, circularon las primeras imágenes de Chávez desde que fue intervenido en el hospital cubano a mediados de diciembre. Pero no fueron tapa del diario El País. Parece que la recuperación no vende para ciertos medios. Como se sabe, las fotos de Chávez, las verdaderas y únicas, las que vimos ayer, lo muestran consciente y activo, aunque acostado y con un rostro desmejorado por la larga internación. Pero eso quiere decir una sola cosa, esa que negaron infinidad de veces: sigue siendo él quien manda en Venezuela.
            Podremos discutir si se tardaron mucho y demostrar en qué estado se encuentra el mandatario realmente. Podemos intercambiar ideas sobre el modo y la forma en que el gobierno venezolano ha llevado adelante el tema de la enfermedad presidencial y su comunicación al respecto. Pues debemos asumir que tal vez no haya sido la mejor. Aunque la mayoría de los venezolanos confía en lo que se ha dicho al respecto, quizá no se ha dicho lo suficiente.
            Leímos, incluso aquí en Argentina, incontables artículos que hablaban de que era imposible que el Jefe venezolano esté al tanto de la cotidianeidad de su país, y que se pronuncie al respecto y ordene medidas a su Vice, Nicolás Maduro. Ahora vemos que, si bien a la distancia desde Cuba, y sometido todavía a un duro proceso de recuperación, Hugo Chávez está en funciones. Y eso de seguro es bueno para los millones de venezolanos que lo votaron una vez más para que siga dirigiendo los destinos de su país. Es bueno para la unidad latinoamericana que lidera junto a otros líderes de la región, Como Mujica, Evo Moralez, Cristina Kirchner, Correa, Lula y Dilma. Porque todos ellos ganaron sus elecciones con amplísimos márgenes, inclusive este domingo de seguro Rafael Correa seguirá el camino de sus colegas sudamericanos en obtener un triunfo holgado.
            Son apenas unas fotos, pero prueban que la vida todavía va ganando la batalla en esa habitación cubana. Aunque Chávez se encuentra débil físicamente, con una insuficiencia respiratoria que no le permite expresarse aun mediante la palabra, como afirma el ministro de Ciencia venezolano Jorge Arreaza: “Chávez tiene dificultades para hablar, pero escribe sus decisiones y se da a entender. Lo que no tenemos es la voz que lo caracteriza, pero se está recuperando para eso”. Y demuestran que la especulación en el periodismo es casi tan peligrosa como dar noticias que no existen.

 María José Sánchez

sábado, febrero 02, 2013

La política farandulera ó la farándula politiquera


      
            La farándula y la política. O la política farandulera, o la farándula politiquera. Como más les guste. De eso se habla cuando se nombra a Miguel del Sel, Rocío Marengo, Leandro Ginóbili, Héctor Baldassi o Walter Queijeiro. Y es un error creer que si un partido político con representación en legislaturas, concejos deliberantes, y ambas cámaras, convoca a ‘famosos’ para ocupar cargos en futuras elecciones lo hace porque no tiene un proyecto político. Gran error. Porque es ese, justamente, el proyecto político.
            Y como son actores, modelos, gente ligada al deporte o periodistas, parece que pueden decir cualquier cosa excusados en su profesión, digamos, original. Un supuesto chiste que no hace reír ni al más alegre de la concurrencia, insulta mujer y envestidura, y debemos dejarlo pasar porque hay una mínima disculpa.
            O cuando se dice, en referencia a gente de clase social baja, pobres, en fin: “O los matas de chiquitos, o los discriminas de grandes”, cuesta creer que alguien, públicamente, se exprese de esa manera. Y que después salga, sin vergüenza, desembozada, a llamar a que militen su causa.
            No se trata de agrupar frivolidades, sino de buscar traducir en votos el conocimiento que de esos famosos tengan los votantes. No es hacer política, sino todo lo contrario, es deshacerla. Pero, insisto, no es que eso no sea un proyecto en sí. Si los políticos tienen que citar opiniones de actores o deportistas sobre los temas de la sociedad, y, además, afirmar sentirse representados por ellos, no es ausencia de elementos constitutivos de un plan o propósito político, sino desarmar y desmantelar la política como herramienta de transformación y volverla espejitos de colores, mutarla en una carrera de vanidosos inexpertos que creen que es un chiste ofender la investidura presidencial o que es chic burlarse de la pobreza. Como vemos, ninguno de los convocados es un adalid de los desamparados.
            Todos los ciudadanos comprometidos con su pueblo, que deseen mejorar la calidad de vida de las personas pueden y deben participar en la vida política cotidiana, sin importar de donde provengan o que ideas profesen. Pero no quiere decir bajo ningún punto de vista que banalizar y farandulizar algo tan serio como elegir a quienes deben tomar las decisiones y llevar adelante las acciones para el presente y futuro de un país sea una opción superadora. De hecho puede que ese intento fracase, porque célebre no significa, necesariamente, popular. Y no es problema de los famosos que aspiran a cargos electivos, sino de los políticos que, como el flautista de Hamelín, creen que pueden obnubilarnos a su gusto como a ratas torpes y llevarnos a donde quieren, que, como en el cuento, puede resultar ser un abismo.

María José Sánchez

jueves, enero 24, 2013

Los canallas




            A esta altura del día, ya la inmensa mayoría de nosotros está enterada de lo que sucedió con la –ya famosa- tapa del diario español El País. Mucho ya se ha dicho y se ha escrito sobre esto, las redes sociales estallaron en la noche argentina con críticas a la presunta foto de un Hugo Chávez agonizante, entubado, en coma. Pero me parece interesante utilizar lo que ha hecho hoy este periódico madrileño para plantear algunas cuestiones.
            Nadie pone los límites, es decir, cada uno de nosotros tiene límites, que puede transgredir o no, pero resulta muy difícil, al menos en materia de “ética periodística” colocarle límites a los demás, sobre todo porque quienes se han llenado la boca y han invertido litros de tinta en hablar de esto son, justamente, quienes más han violado las demarcaciones que muchos pretenden universales, pero que no lo son. El conocido has lo que yo digo pero no lo que yo hago.
            Lo que más me preocupa a estas horas, después de haberme indignado por la foto canalla, que ya sabemos, además, falsa, no es el hecho de que hayan publicado en tapa lo que ahora es un error gigante que va a ser difícil de superar en los años venideros, sino que los que obtuvieron esa imagen, los que decidieron publicarla, querían fervientemente que fuera real. Y sabemos que no es sólo una primicia, de las más cotizadas, seguro. Es un odio transmutado en ejercicio de un supuesto periodismo que quiere informar lo que, se presume, no informa nadie más. En el caso de Chávez, lo que no se dice sobre su salud.
            Y es esa la peor mentira de todas. La infamia de la foto falsa y su publicación nos deja en evidencia que no hay más límites, no es que los hayan corrido otro poquito para hacer de las suyas, no hay más límites. Los límites en el periodismo han muerto. Y es un velorio de varias noches. Con el discurso del deber de informar amasan infamias y las presentan como noticias. El doble discurso, pues en realidad: desinforman, mienten, inventan, ultrajan. Parece que la dignidad no es necesaria, de hecho debe molestar su recuerdo a quienes la han perdido. La dignidad, esa parte de uno que, como el apéndice, no tiene una función muy definida, pero se sabe que si está, es por algo y que si se pierde, no se recupera más.  
            Ríos de tinta correrán por esa foto. El País es un diario muy poderoso, y como todos los poderosos, puede continuar sin mirar atrás, si mirar siquiera a los  costados. Pero no dejemos morir esta discusión, que la mejor forma de debatirla es mostrarnos como somos y obrar en consecuencia. No olvidemos esta infamia histórica, como tampoco aquel “¿Por qué no te callas?”, que le gritó un día un Rey a un Presidente. A cuantos les gustaría que esa foto fuera cierta para que ese día, el del silencio, haya llegado, y Hugo Chávez, finalmente, se calle para siempre.
           
            María José Sánchez

lunes, enero 21, 2013

La violencia en el fútbol, esa materia pendiente



            En pueblos como el nuestro, Argentina, el fútbol no es un simple entretenimiento, como lo es en otras partes del mundo, ni algo que sólo ocupa nuestras mentes y sensaciones algunos domingos al año. No, es infinitamente más que eso. El fútbol es la encarnadura de la pasión, del deseo, de la esperanza. El fútbol es lo más visceral que puede pasarnos en noventa minutos, y seguirnos pasando después. Muchos podrán tildar estas líneas de exageradas, pero negarlo es no comprender uno de los ejes más trascendentales y firmes de nuestra propia cultura.
            Es que, entre otras cosas, el fútbol pasa, es decir, a diferencia de muchas otras cosas en la vida, el fútbol se sucede, con triunfos y derrotas, con alegrías y tristezas. Sólo hay que esperarlo un poco, unos días: no se vuelve una utopía, como algunas cosas que también podrían darnos satisfacciones. Además el fútbol iguala: ricos y pobres lo disfrutan por igual, sólo cambian la cantidad de pulgadas del televisor en el que se ve el partido.
            Pero en algún momento dejamos de entender la hermosa simpleza de este deporte e hicimos de su disfrute una cuestión de vida o muerte, trazamos un mapa con divisiones geopolíticas estrictas, que son los equipos, y nos encerramos en nuestro paisito con nuestros colores y le declaramos la guerra al resto. Que locura. Que desperdicio de energía. Que ingratitud a la alegría. Hicimos del fútbol una guerra, con heridos, muertos, presos. Muertos. Sí. Derrapamos feo.
            En vez de ser el motivo de reunión, la chance de compartir y disfrutar con los demás, en vez de hacer valer esa oportunidad de igualarnos como pocas veces sucede, lo transformamos en un negocio inmundo, donde también se roba, se mata y se muere.
          Y, dentro de toda esa porquería, también se discrimina: los cantos xenófobos se han hecho costumbre en muchas hinchadas, como la de River, cuando enfrenta a Boca.
           Ayer, domingo, otro hecho de violencia que desnuda –como si no estuviera ya sin ropas y a la vista de todos desde hace años- la realidad en la que se ha transformado gran parte del fútbol y del folklore de ir a una cancha: en Santa Fe había vuelto un clásico de Rosario Central y Newell`s Old Boys. Pero lo que debería haber sido una fiesta, terminó con enfrentamientos entre los hinchas de Newell’s y la policía en el Parque Independencia, con un agente de la policía, Pablo Orellano, herido de bala en el cuello, por lo que debió ser intervenido de urgencia. Aun continúa internado. Podemos analizar la previa de esta negra jornada, donde se hacían claras manifestaciones violentas y se decía que esto que finalmente ocurrió, podía pasar. Pero eso ya se hizo mucho.
            Lo que si podemos destacar es que dos fotógrafos de medios de prensa fueron golpeados y asaltados durante el escándalo. Eso no es fútbol, eso no es pasión, eso es delincuencia, nada más. Dos heridos, diez detenidos, el saldo del caos.
            Pero esto no es algo excepcional, es el botón de muestra. El partido, que se iba a disputar sin hinchada visitante, la de Newell’s, la que estaba afuera de la cancha, para, justamente, evitar estos desmanes, se suspendió. Había más de 20 mil personas en el estadio en el momento en el que se oficializó la suspensión del partido, eso motivó a que los organizadores, organismos de seguridad y dirigentes de Rosario Central decidieron que el plantel de jugadores ‘canallas’ saliera al campo de juego para hacer unas prácticas e intentar calmar a los hinchas que se habían llegado hasta ahí para ver el clásico que no se jugaba desde hacía años. Pero el campo de juego se convirtió en el espejo de lo que ocurría afuera: personas, a las que me cuesta llamar hinchas o simpatizantes, invadieron el césped y robaron a los jugadores, los despojaron por la fuerza de la ropa, botines, etc. Los profesionales debieron ser escoltados por la Policía de vuelta al vestuario.
            700 policías para cuidarnos de nosotros mismos cuando deberíamos estar disfrutando de un deporte que amamos. Policías que deberían estar haciendo otra cosa más importante, porque hay cosas infinitamente más importantes que un partido de fútbol. Ninguna vida vale menos que un clásico, aunque parezca imposible, todavía parece que no entendimos eso. Porque tenemos que salvar al fútbol de todo esto, porque erradicar la violencia extrema del fútbol, de ese pedazo de cultura tan nuestro, es salvarnos, también, a nosotros.

María José Sánchez

miércoles, enero 16, 2013

De prioridades, fama, y nuevos desaparecidos



            Un verano raro, éste. Aunque las temporadas estivales nunca están al margen de la frivolidad y del posible egoísmo que muchos pueden sentir al no querer involucrarse con lo que, calor o no, playa o no, pasa y sigue pasando a nuestro alrededor, sin importar que algunos pongan cara seria porque no los dejan disfrutar en paz de sus merecidas vacaciones. Y digo que es un verano extraño, porque hay noticias que despiertan más (infinitas más) lecturas y respuestas que otras. Los dichos de un famoso actor argentino, Ricardo Darín, mantuvieron encendidas las redes sociales y ocuparon importantes titulares en los principales diarios y noticieros del país.
            Mediante una nota publicada en una revista, Darín decía que le gustaría saber de dónde proviene el patrimonio de los Kirchner. Lo que motivó una carta en respuesta de la mismísima Presidenta de la Nación, que, en sus días de reposo en su casa en la Patagonia, quiso responderle. Automáticamente, Darín afirmó que había sido sacado de contexto y que se sintió usado, y afirmó que "los ataques viles contra la Presidenta no van a contar conmigo".  De héroe de la oposición y mártir a militante kirchnerista, en apenas unas semanas se lo  etiquetó de todas las maneras. Raro. Debe ser el calor.
            Pero, después, declaraciones del siempre polémico Diego Maradona, reemplazaron las especulaciones sobre los dichos (o no) de Darín. Y todas y todos nos rasgamos las vestiduras porque dijo que De Narváez no sabe hacer ni una sopa. Gracioso, si. Cierto, claro está. Importante, no. Las altas temperaturas han de ser, otra vez, las que nos obligan a debatir a los gritos la insoportable nada.
            Pero tanta trivialidad no sería horrorosa si no hubiera otros temas, sería sólo superficialidad y fruslería. Pero resulta que sí hay otros temas, de esos urgentes, que no pueden esperar, aunque llevan esperando 500 años: en estos días de arena, sol y noche, supimos de la masacre, que no es nueva, del pueblo Qom, en la provincia del Chaco. El pequeño niño Imer Flores de apenas 12 años, fue ejecutado a golpes, también rasgaron de su piel el tatuaje que simboliza su pertenencia a los Qom. Hace apenas unos pocos días, Juan Daniel Asijak,  sobrino del líder Qom Félix Días, fue hallado sin vida con golpes en su cabeza, a la vera del camino. Tenía 16 años.
            Pero esto no empezó este año: hace un mes también fueron asesinadas Celestina Jara y su nieta, al grito de “Indios de mierda”. También recuerdo otro  asesinato, de otra comunidad indígena, el de un muchacho integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE-VC), Cristian Ferreyra, quien fue ultimado por ‘sicarios’ enviados por un empresario rural que quería su tierra, toda la tierra. Cristian tenía 23 años y dos hijos pequeños. Ya hace más de un año de este indignante crimen. En esa ocasión había poca información sobre este homicidio, pues los titulares estaban al rojo vivo con un niño asesinado en Buenos Aires por su padrastro. Las prioridades de los medios masivos de comunicación siempre quedan bien claras. Eran crímenes horrorosos ambos, pero sólo uno de ellos obtuvo una difusión nacional: de este pobre pequeño, Tomás, aprendimos los rasgos de su rostro de memoria, de Cristian no conseguí ver ninguna foto siquiera.
            Pero para la inmensa mayoría lo importante es Darín o Maradona con sus dichos: uno logra una carta de la presidenta, el otro es recibido en gira gubernamental por Asia. Entiendo que son famosos, entiendo el juego mediático, entiendo todo. Pero los temas importantes, los urgentes, los necesarios, los que no pueden esperar más, son otros, es otra gente la que merece semejante atención. Informémonos y démosle la misma difusión en las redes sociales a estas aberraciones que le pasan en nuestra tierra, en el norte, a nuestros hermanos, que Ricardo Darín va a seguir haciendo películas y gozando de su fama y fortuna, al igual que el querido Diego, pero a los Qom los están desapareciendo.

María José Sánchez

martes, enero 15, 2013

No te necesitamos, Binner


  
            Soy muchas cosas, buenas y malas, pero por sobre todas ellas, soy lectora. Y una lectora ávida. Leo todo lo que puedo, a veces puedo elegirlo y a veces no, poesía, cuento, novela, no ficción, ensayo, notas periodísticas… de esto último leo todos los días, quiera o no, pues me gusta –y tengo que- estar informada. A veces me agrada lo que leo en los diarios, y otras no. Como a todo el mundo, imagino. Y a veces leo cosas que dan bronca, por ejemplo. Y la bronca tiene, al menos para mi, diversos niveles. En algunos de esos estratos se toca con la indignación, en otros con la vergüenza, o con la desesperanza.
            Últimamente, cada vez que leo alguna declaración de Hermes Binner, operan en mí un amplio espectro de estas variables de los niveles de la bronca, se combinan, se sustentan. Me gustaría poder decírselo a él, explicarle los motivos del enojo que me producen sus declaraciones, pero digamos que no es el hombre más accesible, ni predispuesto al diálogo o la crítica. Es por eso que elijo hacerlo por acá. Ojalá lo lea.
            Aunque si él alcanzara con su vista estas líneas y dispusiera de unos minutos para ellas, no leería nada que no supiera. Es que yo quisiera decirle en su pétrea cara que a mi lo que me da bronca no es lo que dice en sí, sino que  habla desde un lugar que no le pertenece: el Socialismo. Pero esto él ya lo sabe. Obvio.
            Son sus últimos dichos, aquellos sobre el presidente reelecto de la República Bolivariana de Venezuela, que cito aquí por si no los leyeron: “Si no está en condiciones de jurar, tampoco de asumir. Me parece una cosa de sentido común”. El más infrecuente de los sentidos, que le dicen. A estos dichos, que se plegaron a la oposición venezolana, la caprilista, la que se opone al proceso socialista, que parecen sacados de una declaración de algún político de la derecha reaccionaria que tiene ese país caribeño, a estos dichos me refiero. Pero estos han sido el colofón de un derrotero de expresiones marcadamente anti socialistas, como cuando afirmó que había que pagarle a los fondos buitres en el caso de la Fragata Libertad, o esas meramente inconexas, las que hace como si todavía no se hubiera terminado de despertar de la siesta. Esas que aun no termino de interpretar si se las redacta el enemigo o sólo lo hace para confundir.
            Y escribo esto en primera persona porque es así como me afecta. Me molesta que en mi país alguien como él sea sinónimo de socialismo. Porque si vamos a entrar en eso de que es el presidente del Partido Socialista y bla bla, dejo de escribir ya mismo: no voy a aceptar la simpleza de decir que ese sello lo hace portador de esa ideología, ni siquiera estar afiliado a ese partido te hace necesariamente representante de esas ideas, porque el socialismo es más que eso, el socialismo es otra cosa, el socialismo no es Hermes Binner.
            Entonces, que él se atribuya semejante representación, que le queda inmensa a la pequeñéz de su persona, me molesta. Que los medios hablen del socialismo y lo nombren como máximo delegado de ese compendio de pensamientos y acciones, me molesta. Porque es falaz, porque no es así, y no lo dicen estás líneas que escribo solamente, lo dicen los actos y opiniones de ese político santafesino mucho mejor.
            Todo la América Latina que suscribe al socialismo, como Bolivia con Evo, como Uruguay con José Mujica, como Ecuador con Rafael Correa, por ejemplo, apoyan y sostienen a Hugo Chávez, con sus aciertos y errores, que todos tenemos, pero que en un líder mundial naturalmente destacan más tanto las virtudes como los defectos. Así mismo, todo el arco que podemos llamar nacional y popular (pero no en términos de límites en mapas, ni separaciones estatales, sino en su significado de patria, y tampoco la que señala a un solo país, sino la otra, la Grande, la Latinoamericana), está con la Venezuela socialista, en contra de los intereses neoliberales de la oposición, aquella que hace guiños imperialistas. ¿Con quien se aliña el mal llamado Socialista Hermes Binner? Con esta última, con la que porta los intereses de unos pocos, la que está en todos lados, como la mugre: la que quiere países para pocos, la que quiere siervos y no ciudadanos, la que desconoce la solidaridad. Ahí está él.
            Mientras tanto, por suerte, nuestros países siguen hermanados, fortaleciéndose mutuamente, creciendo, batallando contra las enfermedades de nuestra tierra, que son el hambre, la pobreza y la desigualdad, y que pueden resumirse en un padecimiento fundamental, que es la injusticia. Y no nos detenemos a esperar a aquellos que se creen los elegidos, los castos, los puros, los que piensan que sólo desde sus beatíficas manos se construirá la república, los que creen que desde sus distinguidas bocas surgirán las palabras reveladoras que esclarecerán las mentes nubladas. No te necesitamos Binner, el Socialismo Latinoamericano puede prescindir de vos con soltura, como lo hizo siempre.

María José Sánchez