jueves, enero 24, 2013

Los canallas




            A esta altura del día, ya la inmensa mayoría de nosotros está enterada de lo que sucedió con la –ya famosa- tapa del diario español El País. Mucho ya se ha dicho y se ha escrito sobre esto, las redes sociales estallaron en la noche argentina con críticas a la presunta foto de un Hugo Chávez agonizante, entubado, en coma. Pero me parece interesante utilizar lo que ha hecho hoy este periódico madrileño para plantear algunas cuestiones.
            Nadie pone los límites, es decir, cada uno de nosotros tiene límites, que puede transgredir o no, pero resulta muy difícil, al menos en materia de “ética periodística” colocarle límites a los demás, sobre todo porque quienes se han llenado la boca y han invertido litros de tinta en hablar de esto son, justamente, quienes más han violado las demarcaciones que muchos pretenden universales, pero que no lo son. El conocido has lo que yo digo pero no lo que yo hago.
            Lo que más me preocupa a estas horas, después de haberme indignado por la foto canalla, que ya sabemos, además, falsa, no es el hecho de que hayan publicado en tapa lo que ahora es un error gigante que va a ser difícil de superar en los años venideros, sino que los que obtuvieron esa imagen, los que decidieron publicarla, querían fervientemente que fuera real. Y sabemos que no es sólo una primicia, de las más cotizadas, seguro. Es un odio transmutado en ejercicio de un supuesto periodismo que quiere informar lo que, se presume, no informa nadie más. En el caso de Chávez, lo que no se dice sobre su salud.
            Y es esa la peor mentira de todas. La infamia de la foto falsa y su publicación nos deja en evidencia que no hay más límites, no es que los hayan corrido otro poquito para hacer de las suyas, no hay más límites. Los límites en el periodismo han muerto. Y es un velorio de varias noches. Con el discurso del deber de informar amasan infamias y las presentan como noticias. El doble discurso, pues en realidad: desinforman, mienten, inventan, ultrajan. Parece que la dignidad no es necesaria, de hecho debe molestar su recuerdo a quienes la han perdido. La dignidad, esa parte de uno que, como el apéndice, no tiene una función muy definida, pero se sabe que si está, es por algo y que si se pierde, no se recupera más.  
            Ríos de tinta correrán por esa foto. El País es un diario muy poderoso, y como todos los poderosos, puede continuar sin mirar atrás, si mirar siquiera a los  costados. Pero no dejemos morir esta discusión, que la mejor forma de debatirla es mostrarnos como somos y obrar en consecuencia. No olvidemos esta infamia histórica, como tampoco aquel “¿Por qué no te callas?”, que le gritó un día un Rey a un Presidente. A cuantos les gustaría que esa foto fuera cierta para que ese día, el del silencio, haya llegado, y Hugo Chávez, finalmente, se calle para siempre.
           
            María José Sánchez

lunes, enero 21, 2013

La violencia en el fútbol, esa materia pendiente



            En pueblos como el nuestro, Argentina, el fútbol no es un simple entretenimiento, como lo es en otras partes del mundo, ni algo que sólo ocupa nuestras mentes y sensaciones algunos domingos al año. No, es infinitamente más que eso. El fútbol es la encarnadura de la pasión, del deseo, de la esperanza. El fútbol es lo más visceral que puede pasarnos en noventa minutos, y seguirnos pasando después. Muchos podrán tildar estas líneas de exageradas, pero negarlo es no comprender uno de los ejes más trascendentales y firmes de nuestra propia cultura.
            Es que, entre otras cosas, el fútbol pasa, es decir, a diferencia de muchas otras cosas en la vida, el fútbol se sucede, con triunfos y derrotas, con alegrías y tristezas. Sólo hay que esperarlo un poco, unos días: no se vuelve una utopía, como algunas cosas que también podrían darnos satisfacciones. Además el fútbol iguala: ricos y pobres lo disfrutan por igual, sólo cambian la cantidad de pulgadas del televisor en el que se ve el partido.
            Pero en algún momento dejamos de entender la hermosa simpleza de este deporte e hicimos de su disfrute una cuestión de vida o muerte, trazamos un mapa con divisiones geopolíticas estrictas, que son los equipos, y nos encerramos en nuestro paisito con nuestros colores y le declaramos la guerra al resto. Que locura. Que desperdicio de energía. Que ingratitud a la alegría. Hicimos del fútbol una guerra, con heridos, muertos, presos. Muertos. Sí. Derrapamos feo.
            En vez de ser el motivo de reunión, la chance de compartir y disfrutar con los demás, en vez de hacer valer esa oportunidad de igualarnos como pocas veces sucede, lo transformamos en un negocio inmundo, donde también se roba, se mata y se muere.
          Y, dentro de toda esa porquería, también se discrimina: los cantos xenófobos se han hecho costumbre en muchas hinchadas, como la de River, cuando enfrenta a Boca.
           Ayer, domingo, otro hecho de violencia que desnuda –como si no estuviera ya sin ropas y a la vista de todos desde hace años- la realidad en la que se ha transformado gran parte del fútbol y del folklore de ir a una cancha: en Santa Fe había vuelto un clásico de Rosario Central y Newell`s Old Boys. Pero lo que debería haber sido una fiesta, terminó con enfrentamientos entre los hinchas de Newell’s y la policía en el Parque Independencia, con un agente de la policía, Pablo Orellano, herido de bala en el cuello, por lo que debió ser intervenido de urgencia. Aun continúa internado. Podemos analizar la previa de esta negra jornada, donde se hacían claras manifestaciones violentas y se decía que esto que finalmente ocurrió, podía pasar. Pero eso ya se hizo mucho.
            Lo que si podemos destacar es que dos fotógrafos de medios de prensa fueron golpeados y asaltados durante el escándalo. Eso no es fútbol, eso no es pasión, eso es delincuencia, nada más. Dos heridos, diez detenidos, el saldo del caos.
            Pero esto no es algo excepcional, es el botón de muestra. El partido, que se iba a disputar sin hinchada visitante, la de Newell’s, la que estaba afuera de la cancha, para, justamente, evitar estos desmanes, se suspendió. Había más de 20 mil personas en el estadio en el momento en el que se oficializó la suspensión del partido, eso motivó a que los organizadores, organismos de seguridad y dirigentes de Rosario Central decidieron que el plantel de jugadores ‘canallas’ saliera al campo de juego para hacer unas prácticas e intentar calmar a los hinchas que se habían llegado hasta ahí para ver el clásico que no se jugaba desde hacía años. Pero el campo de juego se convirtió en el espejo de lo que ocurría afuera: personas, a las que me cuesta llamar hinchas o simpatizantes, invadieron el césped y robaron a los jugadores, los despojaron por la fuerza de la ropa, botines, etc. Los profesionales debieron ser escoltados por la Policía de vuelta al vestuario.
            700 policías para cuidarnos de nosotros mismos cuando deberíamos estar disfrutando de un deporte que amamos. Policías que deberían estar haciendo otra cosa más importante, porque hay cosas infinitamente más importantes que un partido de fútbol. Ninguna vida vale menos que un clásico, aunque parezca imposible, todavía parece que no entendimos eso. Porque tenemos que salvar al fútbol de todo esto, porque erradicar la violencia extrema del fútbol, de ese pedazo de cultura tan nuestro, es salvarnos, también, a nosotros.

María José Sánchez

miércoles, enero 16, 2013

De prioridades, fama, y nuevos desaparecidos



            Un verano raro, éste. Aunque las temporadas estivales nunca están al margen de la frivolidad y del posible egoísmo que muchos pueden sentir al no querer involucrarse con lo que, calor o no, playa o no, pasa y sigue pasando a nuestro alrededor, sin importar que algunos pongan cara seria porque no los dejan disfrutar en paz de sus merecidas vacaciones. Y digo que es un verano extraño, porque hay noticias que despiertan más (infinitas más) lecturas y respuestas que otras. Los dichos de un famoso actor argentino, Ricardo Darín, mantuvieron encendidas las redes sociales y ocuparon importantes titulares en los principales diarios y noticieros del país.
            Mediante una nota publicada en una revista, Darín decía que le gustaría saber de dónde proviene el patrimonio de los Kirchner. Lo que motivó una carta en respuesta de la mismísima Presidenta de la Nación, que, en sus días de reposo en su casa en la Patagonia, quiso responderle. Automáticamente, Darín afirmó que había sido sacado de contexto y que se sintió usado, y afirmó que "los ataques viles contra la Presidenta no van a contar conmigo".  De héroe de la oposición y mártir a militante kirchnerista, en apenas unas semanas se lo  etiquetó de todas las maneras. Raro. Debe ser el calor.
            Pero, después, declaraciones del siempre polémico Diego Maradona, reemplazaron las especulaciones sobre los dichos (o no) de Darín. Y todas y todos nos rasgamos las vestiduras porque dijo que De Narváez no sabe hacer ni una sopa. Gracioso, si. Cierto, claro está. Importante, no. Las altas temperaturas han de ser, otra vez, las que nos obligan a debatir a los gritos la insoportable nada.
            Pero tanta trivialidad no sería horrorosa si no hubiera otros temas, sería sólo superficialidad y fruslería. Pero resulta que sí hay otros temas, de esos urgentes, que no pueden esperar, aunque llevan esperando 500 años: en estos días de arena, sol y noche, supimos de la masacre, que no es nueva, del pueblo Qom, en la provincia del Chaco. El pequeño niño Imer Flores de apenas 12 años, fue ejecutado a golpes, también rasgaron de su piel el tatuaje que simboliza su pertenencia a los Qom. Hace apenas unos pocos días, Juan Daniel Asijak,  sobrino del líder Qom Félix Días, fue hallado sin vida con golpes en su cabeza, a la vera del camino. Tenía 16 años.
            Pero esto no empezó este año: hace un mes también fueron asesinadas Celestina Jara y su nieta, al grito de “Indios de mierda”. También recuerdo otro  asesinato, de otra comunidad indígena, el de un muchacho integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE-VC), Cristian Ferreyra, quien fue ultimado por ‘sicarios’ enviados por un empresario rural que quería su tierra, toda la tierra. Cristian tenía 23 años y dos hijos pequeños. Ya hace más de un año de este indignante crimen. En esa ocasión había poca información sobre este homicidio, pues los titulares estaban al rojo vivo con un niño asesinado en Buenos Aires por su padrastro. Las prioridades de los medios masivos de comunicación siempre quedan bien claras. Eran crímenes horrorosos ambos, pero sólo uno de ellos obtuvo una difusión nacional: de este pobre pequeño, Tomás, aprendimos los rasgos de su rostro de memoria, de Cristian no conseguí ver ninguna foto siquiera.
            Pero para la inmensa mayoría lo importante es Darín o Maradona con sus dichos: uno logra una carta de la presidenta, el otro es recibido en gira gubernamental por Asia. Entiendo que son famosos, entiendo el juego mediático, entiendo todo. Pero los temas importantes, los urgentes, los necesarios, los que no pueden esperar más, son otros, es otra gente la que merece semejante atención. Informémonos y démosle la misma difusión en las redes sociales a estas aberraciones que le pasan en nuestra tierra, en el norte, a nuestros hermanos, que Ricardo Darín va a seguir haciendo películas y gozando de su fama y fortuna, al igual que el querido Diego, pero a los Qom los están desapareciendo.

María José Sánchez

martes, enero 15, 2013

No te necesitamos, Binner


  
            Soy muchas cosas, buenas y malas, pero por sobre todas ellas, soy lectora. Y una lectora ávida. Leo todo lo que puedo, a veces puedo elegirlo y a veces no, poesía, cuento, novela, no ficción, ensayo, notas periodísticas… de esto último leo todos los días, quiera o no, pues me gusta –y tengo que- estar informada. A veces me agrada lo que leo en los diarios, y otras no. Como a todo el mundo, imagino. Y a veces leo cosas que dan bronca, por ejemplo. Y la bronca tiene, al menos para mi, diversos niveles. En algunos de esos estratos se toca con la indignación, en otros con la vergüenza, o con la desesperanza.
            Últimamente, cada vez que leo alguna declaración de Hermes Binner, operan en mí un amplio espectro de estas variables de los niveles de la bronca, se combinan, se sustentan. Me gustaría poder decírselo a él, explicarle los motivos del enojo que me producen sus declaraciones, pero digamos que no es el hombre más accesible, ni predispuesto al diálogo o la crítica. Es por eso que elijo hacerlo por acá. Ojalá lo lea.
            Aunque si él alcanzara con su vista estas líneas y dispusiera de unos minutos para ellas, no leería nada que no supiera. Es que yo quisiera decirle en su pétrea cara que a mi lo que me da bronca no es lo que dice en sí, sino que  habla desde un lugar que no le pertenece: el Socialismo. Pero esto él ya lo sabe. Obvio.
            Son sus últimos dichos, aquellos sobre el presidente reelecto de la República Bolivariana de Venezuela, que cito aquí por si no los leyeron: “Si no está en condiciones de jurar, tampoco de asumir. Me parece una cosa de sentido común”. El más infrecuente de los sentidos, que le dicen. A estos dichos, que se plegaron a la oposición venezolana, la caprilista, la que se opone al proceso socialista, que parecen sacados de una declaración de algún político de la derecha reaccionaria que tiene ese país caribeño, a estos dichos me refiero. Pero estos han sido el colofón de un derrotero de expresiones marcadamente anti socialistas, como cuando afirmó que había que pagarle a los fondos buitres en el caso de la Fragata Libertad, o esas meramente inconexas, las que hace como si todavía no se hubiera terminado de despertar de la siesta. Esas que aun no termino de interpretar si se las redacta el enemigo o sólo lo hace para confundir.
            Y escribo esto en primera persona porque es así como me afecta. Me molesta que en mi país alguien como él sea sinónimo de socialismo. Porque si vamos a entrar en eso de que es el presidente del Partido Socialista y bla bla, dejo de escribir ya mismo: no voy a aceptar la simpleza de decir que ese sello lo hace portador de esa ideología, ni siquiera estar afiliado a ese partido te hace necesariamente representante de esas ideas, porque el socialismo es más que eso, el socialismo es otra cosa, el socialismo no es Hermes Binner.
            Entonces, que él se atribuya semejante representación, que le queda inmensa a la pequeñéz de su persona, me molesta. Que los medios hablen del socialismo y lo nombren como máximo delegado de ese compendio de pensamientos y acciones, me molesta. Porque es falaz, porque no es así, y no lo dicen estás líneas que escribo solamente, lo dicen los actos y opiniones de ese político santafesino mucho mejor.
            Todo la América Latina que suscribe al socialismo, como Bolivia con Evo, como Uruguay con José Mujica, como Ecuador con Rafael Correa, por ejemplo, apoyan y sostienen a Hugo Chávez, con sus aciertos y errores, que todos tenemos, pero que en un líder mundial naturalmente destacan más tanto las virtudes como los defectos. Así mismo, todo el arco que podemos llamar nacional y popular (pero no en términos de límites en mapas, ni separaciones estatales, sino en su significado de patria, y tampoco la que señala a un solo país, sino la otra, la Grande, la Latinoamericana), está con la Venezuela socialista, en contra de los intereses neoliberales de la oposición, aquella que hace guiños imperialistas. ¿Con quien se aliña el mal llamado Socialista Hermes Binner? Con esta última, con la que porta los intereses de unos pocos, la que está en todos lados, como la mugre: la que quiere países para pocos, la que quiere siervos y no ciudadanos, la que desconoce la solidaridad. Ahí está él.
            Mientras tanto, por suerte, nuestros países siguen hermanados, fortaleciéndose mutuamente, creciendo, batallando contra las enfermedades de nuestra tierra, que son el hambre, la pobreza y la desigualdad, y que pueden resumirse en un padecimiento fundamental, que es la injusticia. Y no nos detenemos a esperar a aquellos que se creen los elegidos, los castos, los puros, los que piensan que sólo desde sus beatíficas manos se construirá la república, los que creen que desde sus distinguidas bocas surgirán las palabras reveladoras que esclarecerán las mentes nubladas. No te necesitamos Binner, el Socialismo Latinoamericano puede prescindir de vos con soltura, como lo hizo siempre.

María José Sánchez