lunes, abril 23, 2012

YPF: La Responsabilidad soberana al poder


Probablemente -el tiempo y la historia lo dirán-, estamos ante una de las medidas más drásticas y osadas de la era kirchnerista comenzada el 25 de mayo de 2003. Si bien el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se ha caracterizado por tomar decisiones enérgicas y categóricas como en el caso de la estatización de las AFJP, Aerolíneas Argentinas y la posibilidad de transmitir los partidos de fútbol de la AFA en canales de televisión abierta, conocido como Fúlbol para Todos, esta decisión cuenta con otras características que, si bien comparte muchos aspectos con las anteriores, la hace diferente y provoca un quiebre o, cuanto menos, marca un hito en el proceso iniciado por Néstor Kirchner al asumir con el con el 22% de los votos, cuando Carlos Menem, quien había ganado la primera vuelta, se había bajado de la segunda. En ese momento había más desocupados (25 % de la población) que gente que había votado a quien terminaría siendo el presidente por 4 años.
            Ahora bien, analicemos mínimamente las otras medidas ‘transgresoras’, sobre todo en el contexto en el que se fueron tomando. En Septiembre de 2008 se sancionó la ley por la cual Aerolíneas Argentinas volvía al Estado. Era la primer re-estatización del Kirchnerismo. Aerolíneas, empresa del grupo Marsans cuando aun era privada, estaba desfinanciada, muy endeudada, y colapsada operativamente. Sus dueños no podían operarla y nadie quería comprarla. El Estado no podía desentenderse se esa situación, pues se hablaba de un servicio público. El acuerdo entre el Gobierno y el grupo económico fue celebrado por ese entonces por los gremios, ya que podía ser esa la salida a la permanente crisis que los afectaba.

         Al año siguiente le tocaría el turno a las AFJP (Administradora de Fondos de Jubilaciones y pensiones). El sistema de jubilación privada fue un fracaso económico y social más del menemismo, sólo perjudicó a los jubilados y fue un mal negocio para el Estado por donde se lo mire. Del casi medio millón de jubilados que cobranan a través de una AFJP sólo el 23% cobraba todo del sector privado. Al resto de los jubilados -para que llegaran a cobrar la mínima- les paga parte o todo el Estado. Además, las AFJP le cobraban a los aportantes un sistema comisiones desmesuradas. En su momento despertó muchos cuestionamientos en la oposición esto, pues se acusaba al Gobierno       –y aun se lo acusa- de estatizar las AFJP para disponer de los fondos de los jubilados, que en ese entonces eran $97 mil millones acumulados. Luego de que las jubilaciones volvieran bajo la órbita de ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social), llegaría la Ley 26.417 de Movilidad Jubilatoria, por la cual se estipulan 2 aumentos anuales como mínimo.

            Otro caso paradigmático fue el que se conoció como Fútbol Para Todos, ley que logró que todos los partidos de primera división –y ahora muchos de la B- se transmitieran en canales abiertos. En ese entonces el monopolio de la transmisión de esos eventos lo tenía Torneos y Competencias (TyC) del Grupo Clarín. Como dato, TyC Sports ganaba 9.000 millones de pesos al año gracias a la concesión de la televisación del fútbol argentino y sólo le daba 280 millones a los clubes de la AFA. Pero de los 3 mil clubes que están asociados a la AFA, 85 instituciones se llevaban el 87% de ese dinero, y 2.906 clubes solamente el 13%. Así AFA le rescindió el contrato a TyC. El Estado paga 600 millones al año por poder televisar los partidos de fútbol. Antes, excepto un partido por fecha que era el televisado, el resto sólo podían verse codificados, y no todos.

            Actualmente se ha avanzado en esa misma línea en otros deportes, como el Automovilismo, que se televisará por canales abiertos. Este caso puntual también se dio en la disputa que el Gobierno aun mantiene con las corporaciones mediáticas, como el Grupo Clarín, al que se le asestó un duro golpe con esta rescisión de contrato.

            Hay un hecho a destacar que no fue nombrado en las líneas anteriores y es el de Papel Prensa. La batalla que el Gobierno sostiene, Ley de Medios mediante, con los monopolios mediáticos como Clarín y La Nación desde hace años, tuvo varios hitos, uno de los más relevantes fue éste. Papel Prensa, que fue fundada el 27 de septiembre de 1978, y contó ese día en la inauguración de su única planta con la presencia del dictador Jorge Rafael Videla y la directora del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, antes de esta ley era operada por el Grupo Clarín, el diario La Nación y el Estado argentino. Con qué oscuros métodos llegó a ser controlada por estos grupos económicos en sintonía con la dictadura cívico-militar de esos tiempos, es otra discusión. El Gobierno, después de una dura pulseada, obtuvo la sanción de la ley que declaró de interés público la fabricación y comercialización del papel para diarios.

            Esto pretende ser un punteo de los temas más sobresalientes, no sólo por su importancia, sino por la repercusión que suscitaron tanto en la oposición como en los medios.

            Entonces, ¿por qué YPF es diferente? Si comparte mucho de los rasgos de las demás medidas aquí mínimamente citadas, ¿qué la hace distinta? Bueno, recuperar el control de YPF promoverá a modificar no sólo todas las políticas energéticas de inversión, infraestructura y planificación al corto, mediano y largo plazo, sino que colocará a la Argentina en otra posición ante el mundo. Esto es mucho más complejo y se irá viendo con el transcurso de los meses y los años y, desde ya, con los gobiernos que se sucedan.

            Aquí podríamos discutir el rol que ha tenido la necesidad de impactar con las noticias, o el timing político de la toma de decisiones, pero lo que quiero destacar es otra cosa: la expropiación de YPF no es una medida unilateral tomada por el gobierno argentino, sino que es una política avalada por los grandes poseedores del petróleo de Latinoamérica, y de seguro consensuada por ellos, y me refiero, claro está a Brasil y Venezuela.

            Esto coloca a la región en un gran momento, en pleno ejercicio de su soberanía. Porque soberanía no es simplemente recuperar lo nuestro, en clara alusión al sangrado privatizador de los ’90. Soberanía es asumirse autónoma y libre. Soberanía es pararse delante de los demás en pleno conocimiento de que no se es menos ni más, se es un igual, se quiere ser un igual. Ser soberanos es, en vez de colocarnos cómodos y calentitos bajo el techo de los grandes poderes económicos y políticos que las malas decisiones de países como el nuestro durante décadas lograron apuntalar, decidir con la autonomía del derecho de poder hacerlo.

            Nuestros recursos petrolíferos, para nuestro bien o nuestro mal, los administramos nosotros. No sucede así con otros recursos naturales en territorio argentino, como la minería. Pero esto no deja de significar un desafío, una aventurada apuesta a futuro. Esto significa una madurez para la que tal vez aun no estemos capacitados. Pero bueno, como todo en la vida, debemos aprender. Crecer no es solamente avanzar, sino hacerse cargo de los que se hace o no se hace durante ese avance. Eso representa ahora YPF: la responsabilidad de asumirnos soberanos.

 

María José Sánchez

majosanchez@gmail.com

domingo, abril 01, 2012

Malvinas, 30 años

Las Malvinas son uruguayas. Sí. Las Malvinas son venezolanas. También. Las Malvinas son peruanas y ecuatorianas. Las Malvinas son argentinas. Sin dudas. Las Malvinas son brasileras y bolivianas. Además. Las Malvinas son antes, ahora y siempre Latinoamericanas.
Y esto es lo primero que tenemos que tener en claro cuando hablamos de aquellas islas del atlántico sur. Eso y que fue el último manotazo de ahogado de una dictadura cívico-militar que ya no podía sostenerse más en los brazos de un alcohólico general Leopoldo Galtieri que, entre copa y copa tuvo la desastrosa idea del sinsentido de una guerra con Reino Unido.
El día 2 de abril de 1982 quedará para siempre marcado en la memoria como un acto de infamia, injusticia y despropósito. Los genocidas junto a sus cómplices civiles nos tenían preparada una última desgracia: entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, período en el que se extendió el conflicto bélico, perdieron la vida de 649 argentinos.
Hubo una fuerte campaña publicitaria oficial, donde diarios como Clarín, así como durante toda la dictadura, fueron promotores descarados de la apología al gobierno militar. En este caso, podían leerse frases como “Argentinos a Vencer. Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro.” Y otras mentiras en letras de molde, como “Ya estamos ganando, porque estamos haciendo de cada lugar de trabajo un puesto de combate. Porque por fin y para siempre, somos una sola fuerza”. Así quisieron hacerlo parecer siempre, como con el Mundial de 1978.
Del otro lado, estaban los ingleses, otra vez. Esta guerra fue bien aprovechada por Margaret Thatcher, quien mediante esta victoria bélica, lograría que su Gobierno conservador alcanzara la reelección en el año 1983. Reino Unido también perdió 255 hombres y 3 mujeres en el conflicto armado.
Malvinas no es un trocito de tierra helada que queremos repatriar por un sentimentalismo anacrónico, ni algo que Inglaterra no quiera devolver por capricho: desde la invasión inglesa originaria hasta la actualidad, las razones para permanecer ocupando las islas no son simbólicas, sino reales y concretas. Gran Bretaña tiene intereses geoestratégicos, por un lado, ya que la ocupación de Malvinas le permite tener una base en el Atlántico Sur, y muy próxima a la Antártida, otra región estratégica disputada por muchos países y, por el otro, intereses económicos. La pesca deja ingresos de 100 millones de dólares anuales, para una población de sólo 2200 personas, lo cual da un PBI per cápita de casi 50000 dólares anuales. Además, hay importantes reservas de petróleo que darán  ingresos económicos importantes.
Para nosotros, los argentinos, los latinoamericanos, seguramente esto forma parte de la causa, pero hay más, mucho más. Lo que la República Argentina reclama es la soberanía. Las Islas Malvinas y Georgias del Atlántico Sur son uno de los símbolos del colonialismo que aun persiste en el siglo XXI. El conflicto por Malvinas tiene casi 200 años y surge a partir de un incidente entre las Provincias Unidas y Estados Unidos en 1832: Gran Bretaña había abandonado las Islas en 1774, luego de la firma de un acuerdo con España, que pasó a ocuparlas. Tras la declaración de la independencia Argentina, en 1916, se retiraron los colonos, y hacia 1820 el gobierno de las Provincias Unidas tomó posesión formal de las mismas. Los barcos extranjeros fueron reacios a aceptar los límites impuestos por el nuevo y legítimo gobierno de las islas, quien se apoderó de tres buques estadounidenses. Aprovecharon el conflicto Argentina-Estados Unidos, Reino Unido, reivindicando derechos abandonados explícitamente tras el acuerdo de 1774, ocupó las islas en diciembre de 1832 y trasplantaron allí población nueva.
En el intento de recuperar las islas, la guerra de 1982 lo único que logró fue alejar esa posibilidad, ya que años antes se había comenzado a propiciar esa posibilidad por parte de los mismos ingleses. Desde 1965 la ONU viene reclamándole a los gobiernos británico que se van sucediendo la necesidad de sentarse a negociar, esto aun no ha ocurrido.
Podríamos hacer un racconto de cada día, de cada accionar militar de uno y otro bando, podríamos detallar hasta cuantas municiones se emplearon en esos dos meses y medio que duraron los enfrentamientos. Pero los números no representarán las certezas que tenemos, las verdades que sostenemos.
La verdad, después de las invasiones, de los siglos, de toda la sangre derramada, es que la dictadura mandó a jovencitos de apenas 18 años a un territorio hostil, los mandó a sufrir el frío y el hambre, los mandó a matar y morir, allá, lejos. Los torturó. Todo para intentar darle un nuevo impulso al gobierno de facto ya agonizante. La guerra de Malvinas no terminó jamás, los que volvieron siguieron sufriendo, muchas veces en la pobreza. La indiferencia social posterior al conflicto, que contrastaba violentamente con el ‘fervor patriótico’ que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la ‘recuperación’ de las Islas Malvinas, en boca del dictador Galtieri, fue notoria. Los veteranos de la guerra eran ignorados, marginados, por eso es que hasta la fecha, las bajas de Malvinas son, en realidad, 1049, porque hubo alrededor de 400 suicidios de ex combatientes. Hay muchas formas de matar, el olvido es una de ellas.
Cada 2 de abril es un poco más de sal en la herida de la guerra. ¿Cómo se cierran las heridas de guerra? Nosotros no sabemos hacerlo, no aprendimos nunca. ¿Se cierran alguna vez las heridas de la guerra?
Yo, particularmente, nací al otro día del inicio del conflicto, el 3 de abril de 1982. Sé que mientras yo respiraba por primera vez acá, muchos chicos morían, allá. Naturalmente, no recuerdo la guerra. Pero aprendí algunas cosas, al crecer. Aprendí que la unidad de Latinoamérica es fundamental para, entre otras cosas, desterrar a los colonizadores de nuestras tierras, de nuestra Patria Grande. Pero no con batallas y más muertes, sino con políticas diplomáticas y acciones firmes y soberanas. La canallada militar seguirá existiendo, ahora está en nuestras manos, como siempre lo estuvo, combatir el olvido cruel con memoria y contención, con respeto. Responder a una injusticia que no podemos cambiar, con la verdad, juzgando a quienes ocasionaron este desastre, y quienes lo avalaron, para que, cuando decimos Nunca Más, nuestros veteranos de guerra sepan que también lo decimos por ellos.

sábado, marzo 24, 2012

A 36 años del Golpe Cívico-Militar


 “y al llegar
                                                                                                       a la Plaza de Mayo me dio,
                                                                                                                     por llorar
                                                                                                                        y me puse a gritar dónde estás….”

(Joaquín Sabina).


            La memoria es el cementerio más grande del mundo. Cada cruz un recuerdo. Cada recuerdo una cruz que llevar, en mucho de los casos. De eso se trata, así ah sido siempre: amplias extensiones de tierra aptas para el entierro.
            Y a veces alguien dice no. A veces alguien se envuelve la cabeza en un pañuelo blanco y dice fuerte, no. Mientras otros -muchos- mueren, hay algunas personas que se oponen a ese fácil entierro y gritan, con la voz de todos los que ahora se llaman huérfanos, porque así se les dice a los que han perdido a sus padres; con la voz de todos a los que ahora se los llama viudos, ya que así los nombran, porque se han llevado a sus esposas o maridos. Gritan con esa voz, que en realidad es la voz de aquellos que ya no podrán hacerse escuchar, gritan con esas voces que otros enmudecieron, que son las de sus propios hijos. Antes perder un hijo no tenía nombre, nadie sabía como llamarlos, ahora a las que no se resignan a perderlo y reclaman esa vida, las llaman locas.
            Fueron las primeras, nadie duda eso. Madre hay una sola, es cierto. Excepto en Argentina, donde Madres, hay miles.
Después se supo, en esas épocas todo tendía a saberse después. Gran cantidad de muchachas secuestradas estaban embarazas. Cargaban en sus vientres semillas de subversión, como decían esos verdugos perversos, enfermos de muerte, condenados por la memoria. Cargaban en sus vientres hijos, nietos, como lloraban muchas de esas Madres, ahora también Abuelas.
Desaparecidos. Todos ellos. En este país se redefinió la etimología del término Desaparecido: triste adjudicación.
Cuando los encargados de protegerte te buscan para secuestrarte, torturarte y matarte, hay muchas cosas que cambian. Cuando opinar diferente se vuelve delito, cuando caminar por la calle cargando determinado libro bajo el brazo, pone en peligro el seguir respirando. Cuando la libertad se convierte en una gran fuente de sangre, donde todos los asesinos corren a lavarse sus manos sucias para siempre. Cuando tu forma de pensar, tu necesidad de intentar impedir que adormezcan a una generación y desde un avión militar, la tiren atada de pies y manos, viva, dolorosamente viva, a un río, se transforma en tu propia sentencia de muerte, ahí es cuando las lágrimas no alcanzan. Ni todas las súplicas y lamentos juntos lograban conmoverlos.
Esos días, esos años, son la guía mas completa que existe sobre las víctimas de una plan de sumisa domesticación o exterminio, propósito asombrosamente detallado y llevado a cabo con un éxito que abruma.
Después de 36 largos años de lucha, la gran mayoría de esos padres, madres e hijos, todavía siguen esperando ese día diferente, ese día en que alguien les diga donde están, que fue lo que hicieron con ellos, donde los escondieron, donde los enterraron. La gran mayoría de esas abuelas o abuelos envejecieron la esperanza junto a cada arruga de sus caras, buscando a sus nietos; buscando a esas familias que guardan el terrible secreto de haber criado un hijo arrancado de las entrañas de su madre, en las tinieblas de un centro clandestino de detención, arrebatándole así su verdadera identidad.
En esta parte del mundo, la historia se derrumbó con el estrépito de las balas. La violencia, el terrorismo de Estado, eran la pesadilla diaria, el infierno. Más de 30.000 se quedaron a apagarlo, y murieron en el intento. Otros se fueron, para poder intentar apagarlo algún día: los obligados al exilio, al desarraigo, los que tuvieron que dejar su propia tierra para sobrevivir. No los desterrados, el destierro es otra cosa. El destierro es el olvido, es el vacío. Es morirse por querer cambiar la realidad, por querer evitar que el hambre, la ignorancia, el miedo y la desolación maten, bajo el nombre de Junta Militar y nadie te recuerde; el destierro es la muerte anónima, la batalla ignorada.
Hasta una guerra inventaron, todo para demostrarnos las incontables formas que puede adquirir la muerte. Cuando empezaban la vida, los mandaron allá lejos, a unas islas del sur. Solos, en el frió inmenso, con el miedo como compañero. Después, tanto a los que pudieron volver, como a los que se quedaron para siempre bajo unas maderas blancas, a ellos sí los alcanzaría el olvido, un olvido oscuro, terrible, el olvido del Estado y del pueblo combinados, un olvido que durante más de 20 años llevó a casi 400 veteranos al suicidio. Morir allá, morir acá: morir.
Memoria, verdad, justicia. Ni perdón ni olvido. Es imposible reconciliarse con aquellos que se robaron tantas vidas, con aquellos que fusilaron la historia, con aquellos que hicieron naufragar la posibilidad de un verdadero cambio.
Otro mundo, otra vida es posible. Ellos lo sabían, de la misma forma que nosotros lo sabemos ahora. De ese infierno nos quedó este fuego. Tenemos esta llama, protegida: la memoria es la revolución que nos queda, es la bandera que debemos flamear siempre con la fuerza que sólo da la verdad más pura. Esas banderas, las justas, no han desaparecido, ni desaparecerán jamás.

María José Sánchez

viernes, marzo 16, 2012

Roger Waters en Argentina: Is there anybody out there?



            Nueve shows. Nueve canchas de River llenas. Así, record. De las fechas en las que Roger Waters presentará “The Wall” en argentina, a mi me tocó disfrutarlo el 14. Waters recorre todo el álbum, escuchamos "In The Flesh", "The Thin Ice", "The Happiest Days of Our Lives", "Another Brick in the Wall", "Empty Spaces", "Back to the Wall", "Confortably numb", "Goodbye Cruel World", “Is there anybody out there”, “Run like hell”, entre muchas otras…
            En el inicio, hablando en un esforzado español, Waters le dedica el show a los desaparecidos y torturados por la dictadura en argentina, y a las Madres de Plaza de Mayo, allí los aplausos casi se oyen más que sus palabras, pero aún llegamos a escuchar cuando grita dos veces “¡Nunca más!”.
            Desde un muro que, ladrillo a ladrillo, se va erigiendo a medida que los temas se suceden, podemos observar rostros arrasados por las guerras de este, nuestro violento mundo. Vemos las caras de quienes ya no están, también vemos varias veces los símbolos de las religiones por las que tantos han matado o muerto. El símbolo del dólar y el de Shell, que simbolizan el poder económico, el capitalismo salvaje por el que tantas batallas de han librado. Inclusive Apple se lleva su crítica. Desde allí Waters, nos lleva en un recorrido espectacular que no decae ni por un segundo.
            Llamarlo recital, apenas, es quitarle algo, casi bajarlo de nivel, aunque suene feo. Es que es mucho más que eso: es una explosión visual y sonora, porque se ejecuta a la perfección el lenguaje de su música con la tecnología aplicada en cada detalle para que la puesta en escena cuente con todo tipo de efectos especiales y luces. También es una manifestación ideológica, porque, como en las letras de las canciones de The wall vienen recitando desde hace décadas, el anti belicismo es el eje central del show. Es esto, y es más.
            Hay momentos emotivos, hay momentos donde el asombro y la belleza que entra por ojos y oídos lo son todo. Pero hay un momento especial, que resume la esencia de todo lo que este músico, completo, implacable, nos ha venido a decir: y es cuando suena “Bring the boys back home”, y se suceden en el muro todos esos ladrillos con los rostros de cientos de caídos en una guerra, en cualquier guerra, en todas ellas.
             No es sólo buena música, no es sólo la mejor puesta en escena que ha venido a las tierras porteñas, es más que eso. Es un mensaje. Es un deseo. Es una necesidad. Hay alguna lágrima, y no es sólo porque estemos en una época donde Malvinas es un tema sumamente sensible para los argentinos, cuando están por cumplirse 30 años de la guerra y donde aún, en ese suelo, hay 123 tumbas no identificadas, sobre las cuales está depositada una placa que dice: "Soldado argentino sólo conocido por Dios", no es sólo por eso, aunque esa canción simboliza también esas muertes. Es por todas las muertes, porque las bajas de las guerras no tienen nacionalidad, porque significan el mismo fracaso, la misma tristeza en todas partes. Y ahí, mientras el estadio explota coreando “Don’t leave the children on their own no no, bring the boys back home”, sabemos que estamos de acuerdo con Roger en eso, porque nosotros, aquí o allá, también queremos que los chicos vuelvan a casa.