domingo, abril 01, 2012

Malvinas, 30 años

Las Malvinas son uruguayas. Sí. Las Malvinas son venezolanas. También. Las Malvinas son peruanas y ecuatorianas. Las Malvinas son argentinas. Sin dudas. Las Malvinas son brasileras y bolivianas. Además. Las Malvinas son antes, ahora y siempre Latinoamericanas.
Y esto es lo primero que tenemos que tener en claro cuando hablamos de aquellas islas del atlántico sur. Eso y que fue el último manotazo de ahogado de una dictadura cívico-militar que ya no podía sostenerse más en los brazos de un alcohólico general Leopoldo Galtieri que, entre copa y copa tuvo la desastrosa idea del sinsentido de una guerra con Reino Unido.
El día 2 de abril de 1982 quedará para siempre marcado en la memoria como un acto de infamia, injusticia y despropósito. Los genocidas junto a sus cómplices civiles nos tenían preparada una última desgracia: entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, período en el que se extendió el conflicto bélico, perdieron la vida de 649 argentinos.
Hubo una fuerte campaña publicitaria oficial, donde diarios como Clarín, así como durante toda la dictadura, fueron promotores descarados de la apología al gobierno militar. En este caso, podían leerse frases como “Argentinos a Vencer. Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro.” Y otras mentiras en letras de molde, como “Ya estamos ganando, porque estamos haciendo de cada lugar de trabajo un puesto de combate. Porque por fin y para siempre, somos una sola fuerza”. Así quisieron hacerlo parecer siempre, como con el Mundial de 1978.
Del otro lado, estaban los ingleses, otra vez. Esta guerra fue bien aprovechada por Margaret Thatcher, quien mediante esta victoria bélica, lograría que su Gobierno conservador alcanzara la reelección en el año 1983. Reino Unido también perdió 255 hombres y 3 mujeres en el conflicto armado.
Malvinas no es un trocito de tierra helada que queremos repatriar por un sentimentalismo anacrónico, ni algo que Inglaterra no quiera devolver por capricho: desde la invasión inglesa originaria hasta la actualidad, las razones para permanecer ocupando las islas no son simbólicas, sino reales y concretas. Gran Bretaña tiene intereses geoestratégicos, por un lado, ya que la ocupación de Malvinas le permite tener una base en el Atlántico Sur, y muy próxima a la Antártida, otra región estratégica disputada por muchos países y, por el otro, intereses económicos. La pesca deja ingresos de 100 millones de dólares anuales, para una población de sólo 2200 personas, lo cual da un PBI per cápita de casi 50000 dólares anuales. Además, hay importantes reservas de petróleo que darán  ingresos económicos importantes.
Para nosotros, los argentinos, los latinoamericanos, seguramente esto forma parte de la causa, pero hay más, mucho más. Lo que la República Argentina reclama es la soberanía. Las Islas Malvinas y Georgias del Atlántico Sur son uno de los símbolos del colonialismo que aun persiste en el siglo XXI. El conflicto por Malvinas tiene casi 200 años y surge a partir de un incidente entre las Provincias Unidas y Estados Unidos en 1832: Gran Bretaña había abandonado las Islas en 1774, luego de la firma de un acuerdo con España, que pasó a ocuparlas. Tras la declaración de la independencia Argentina, en 1916, se retiraron los colonos, y hacia 1820 el gobierno de las Provincias Unidas tomó posesión formal de las mismas. Los barcos extranjeros fueron reacios a aceptar los límites impuestos por el nuevo y legítimo gobierno de las islas, quien se apoderó de tres buques estadounidenses. Aprovecharon el conflicto Argentina-Estados Unidos, Reino Unido, reivindicando derechos abandonados explícitamente tras el acuerdo de 1774, ocupó las islas en diciembre de 1832 y trasplantaron allí población nueva.
En el intento de recuperar las islas, la guerra de 1982 lo único que logró fue alejar esa posibilidad, ya que años antes se había comenzado a propiciar esa posibilidad por parte de los mismos ingleses. Desde 1965 la ONU viene reclamándole a los gobiernos británico que se van sucediendo la necesidad de sentarse a negociar, esto aun no ha ocurrido.
Podríamos hacer un racconto de cada día, de cada accionar militar de uno y otro bando, podríamos detallar hasta cuantas municiones se emplearon en esos dos meses y medio que duraron los enfrentamientos. Pero los números no representarán las certezas que tenemos, las verdades que sostenemos.
La verdad, después de las invasiones, de los siglos, de toda la sangre derramada, es que la dictadura mandó a jovencitos de apenas 18 años a un territorio hostil, los mandó a sufrir el frío y el hambre, los mandó a matar y morir, allá, lejos. Los torturó. Todo para intentar darle un nuevo impulso al gobierno de facto ya agonizante. La guerra de Malvinas no terminó jamás, los que volvieron siguieron sufriendo, muchas veces en la pobreza. La indiferencia social posterior al conflicto, que contrastaba violentamente con el ‘fervor patriótico’ que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la ‘recuperación’ de las Islas Malvinas, en boca del dictador Galtieri, fue notoria. Los veteranos de la guerra eran ignorados, marginados, por eso es que hasta la fecha, las bajas de Malvinas son, en realidad, 1049, porque hubo alrededor de 400 suicidios de ex combatientes. Hay muchas formas de matar, el olvido es una de ellas.
Cada 2 de abril es un poco más de sal en la herida de la guerra. ¿Cómo se cierran las heridas de guerra? Nosotros no sabemos hacerlo, no aprendimos nunca. ¿Se cierran alguna vez las heridas de la guerra?
Yo, particularmente, nací al otro día del inicio del conflicto, el 3 de abril de 1982. Sé que mientras yo respiraba por primera vez acá, muchos chicos morían, allá. Naturalmente, no recuerdo la guerra. Pero aprendí algunas cosas, al crecer. Aprendí que la unidad de Latinoamérica es fundamental para, entre otras cosas, desterrar a los colonizadores de nuestras tierras, de nuestra Patria Grande. Pero no con batallas y más muertes, sino con políticas diplomáticas y acciones firmes y soberanas. La canallada militar seguirá existiendo, ahora está en nuestras manos, como siempre lo estuvo, combatir el olvido cruel con memoria y contención, con respeto. Responder a una injusticia que no podemos cambiar, con la verdad, juzgando a quienes ocasionaron este desastre, y quienes lo avalaron, para que, cuando decimos Nunca Más, nuestros veteranos de guerra sepan que también lo decimos por ellos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Artículos como este se deben dar en la escuela,y no de esos con miles de fechas y nombres que no te quedan guardados y tapan a los verdaderos culpables.