lunes, enero 10, 2011

Y hacer pito catalán a la muerte



“Sin embargo estoy aquí,
resucitando”

(La Cigarra, María Elena Walsh)

A veces, las noches son hermosas, las estrelladas, esas que dan ganas de salir a dar una vuelta, contemplar el mar, ver amigos, charlar, reír, reír mientras se pueda. Esas noches pueden ser hermosas no sólo porque la temperatura ayuda, o porque las nubes han decidido ir a ensombrecer otros cielos, sino porque alguien nos deja, alguien hermoso. Y la lluvia no aparece como símbolo del seguro llanto que provocará evocarla, y el viento no surge, corrosivo, para llevarse los recuerdos, porque hoy, los recuerdos, han sido todos felices.
Las despedidas imposibles, no son las que no queremos hacer, sino, simplemente, las que no podríamos hacer nunca. Y está bien que así sea. Si, la infancia ya había quedado lejos antes, cuando la vida se descubría no siendo lo que se esperaba que sea. Cando la infancia iba haciéndose cada vez más inalcanzable, cuando las memorias de los primeros años se empañaban, como si fueran vivencias de otro, pero, aún así, a veces sin saber como, seguíamos cantando.
Cada día, algunos más, otros, -afortunados-, menos, nos matan, nos matamos, nos morimos solos, tantas veces y, después de todo, seguimos cantando, porque en el fondo, aunque las capas pérfidas de las décadas en su afán de ir siempre hacia delante quieran robarlo todo, al fin y al cabo, lo único que queremos es tiempo, pero tiempo no apurado, sino tiempo de jugar, que es el mejor.
No pedimos mucho, y parece depender de nosotros, sólo tenemos que creerle a María Elena, que siempre nos dijo que a la hora del naufragio y de la oscuridad, alguien te rescatará, para seguir cantando... y hacer pito catalán a la muerte, porque aunque, otra vez, nos arranca un pedacito y se lo lleva, todavía podemos, todavía... eso: seguimos cantando.
La verdad es que está hermoso para salir, salir y dar una vuelta, salir y brindar por María Elena Walsh, y por los niños que alguna vez fuimos, los niños que ella eternizó dentro nuestro. Todos somos sobrevivientes que vuelven de alguna guerra, pero la esperanza que habita en sus canciones nos obliga a buscarnos, aunque sepamos que no necesariamente nos hará feliz lo que encontremos, busquemos más, busquemos bien, todos fuimos hermosos aunque sea un rato a los 9 años.
Y ése nosotros, el que está todavía ahí, esperándonos para contarnos un sueño lindo, como la risa de un bebé, ésos que fuimos, así como la esperanza y las ideas, a diferencia nuestro, no morirán jamás.

María José Sánchez
Mar del Plata

1 comentario:

Patricio dijo...

Cuando niño, alguien me contó un cuento de ciertas aves o animales que nunca mueren, porque “no duermen siempre en el mismo lugar”. Y que esos mismos animales, eran invisibles a los ojos de los seres humanos porque sabían cantarle a la muerte ; los humanos éramos seres que se dejaban ver porque habíamos aprendido a soñar sin canto…


Una casi moraleja que me inventé: tratar de no dormir en el mismo lugar del sueño para que se despierte cantando.

O sorprender a la muerte cantándole bajito una canción feliz que se ha ido sin su consentimiento, y luego hacerle pito catalán


Saludos