viernes, diciembre 22, 2006

Heredarás la Guerra

No perdamos tiempo contando los casquillos de balas, desperdiciaríamos toda nuestra vida en la vana empresa y no alcanzaríamos siquiera un numero estimativo, ni lograríamos reparar nada, ni resucitaríamos a los que no podrán contar casquillos vacíos porque se quedaron con sus respectivos plomos dentro.
Nacemos en esta Guerra, es nuestra enfermedad congénita, luchamos en ella desde siempre. Somos los combatientes perpetuos, aquellos que blanden ideales en lugar de represores bastones, somos aquellos que pretenden combatir la ignorancia enraizada y regada con sangre, con un puñado de canciones recitadas por esas voces que no se cansan.
En esta Guerra legada hay quienes nos miran desde arriba y con la suela nos aplastan. Los de abajo no nos acostumbramos a vivir pegados al piso y desde esa convicción peleamos: luchamos para no tener que luchar nunca más, para que esta batalla no la gane siempre el hambre y la muerte, el dolor y el olvido, la impunidad y la decadencia. Sin golpes traicioneros, sin escaladas de desgracia.
Quien esta mucho tiempo matando para vivir, termina viviendo para matar. Y ese es el fin principal de los que nos instalaron esta Guerra. No nos acostumbremos a asimilar así las horas. Arremetamos contra la inmovilidad. Usemos la palabra, despertemos a los muertos que respiran con estas nuestras manos, que no golpean, sino que trabajan. No enarbolemos banderas de victorias que no llevan a nada, sino la bandera de una igualdad dignificada. Aquella que se logra cuando la Guerra culmina en la eliminación de la Guerra misma.
Dejemos de ser de esos soldados que se ven obligados a cavar su propia tumba. No tallemos conscientes nuestra propia lápida, no nos cubramos con la tierra de la ignorancia.
Organicemos esta desesperación que nos rebalsa, pero no fabriquemos cañones de venganza. Pongámonos de pie y cultivemos las ideas con escéptica esperanza.
Opongámonos aprendiendo, evitando así el fácil manejo. Cortemos los hilos que decretan nuestros movimientos. Cerremos de una vez las fauces de la Violencia, hambrientas de nuestra jugosa carne. Que la Guerra es la barbarie, lento exterminio, y la educación es el camino de la lucha hacia la liberación de esta herencia suicida, que no es más que una condena sin juicio previo. Y ya es hora de apelarla.


19-01-05
majosanchez@gmail.com

jueves, diciembre 21, 2006

¿Argentinos = Ignorantes?


Una vez leí algo que alguien (creo un español) había dicho o escrito. Sólo recuerdo las palabras, no a su autor y poco me importa. Rezaba así: “La única palabra que se puede formar a partir de ARGENTINO es IGNORANTE”. Limpiando la frase de inútil sarcasmo y ofensa gratuita, ¿cuánta razón tiene?, ¿Hasta donde puede un pueblo cultivar su ignorancia?. Regarla un poco cada dia, verla crecer, apuntalarla.
Ignorancia no es simplemente “no saber”, es mas que eso. Ignorancia es desentenderse del otro, sin saber que el otro no es más que uno mismo, visto desde otro lado y en otras circunstancias. Ignorancia es olvidar, sin saber que un pueblo sin memoria es la más perfecta maquina que existe para repetir los mismos errores. Ignorancia es obedecer mansamente las disposiciones que hacen aquellos que solo saben hacer negocios con nuestras vidas. Ignorancia es responder solo con violencia a todo lo que nos daña, sin saber que esa es una de las peores mentiras que nos han contado, no hay nada más contraproducente: es que siempre nos llega la información distorsionada. Ignorancia es regalar la sangre propia y nuestra para regar un árbol ajeno y sucio, que solo da frutos podridos, rancios. Eso es ignorancia. Eso es ser ignorante.
Me resisto a creer que eso también es ser Argentino. Me resisto a creerme eso, a asimilar la realidad del presente, a aceptar el pasado y a recibir el futuro como si fuera de otro, como si todos aquellos que oponiéndose a esta ignorancia murieron de pie por no vivir de rodillas no se murieran otro poco cada vez que aceptemos las derrotas sin hacer nada.
Elijamos creer otra cosa, elijamos otra forma de existencia. Hagamos de la vida una convicción y desechemos esta pasividad de tumba. Mantengamos los preceptos y las ideas con esa persistencia que solo pueden dar las desilusiones repetidas y las ganas de revertirlo, cuando ambas se combinan; y, así, podremos atravesar el desamparo que da la desidia y el escepticismo con el que últimamente se respira.
No nos queda más que desintegrar el miedo que fomenta el desconocimiento y aprender, de una vez y para siempre, que la única ignorancia de la que no se vuelve es aquella que aun sabiéndolo todo, se niega a comprometerse en hacer algo para cambiarlo.

19/08/04
majosanchez@gmail.com