miércoles, febrero 08, 2012

Al revés de la Almendra



Sueña un sueño despacito entre mis manos
Hasta que por la ventana suba el sol.”
(Spinetta)
            Hay tipos así, hay tipos que logran inspirarte, que te generan una sensación positiva, que pueden transmitir armonía, paz. Hay personas que logran hacerse eternos en la lucha por la vida, y esa luz que lograron inventar y cuidar durante años, sigue iluminándonos, aún cuando ese sol que fueron, ya no está.
            Luis Alberto Spinetta se me representa, ahora en el recuerdo, ya en la memoria, como una criatura frágil, aunque fortalecida desde adentro, exactamente al revés que una almendra. Su cuerpo flaco, sus ademanes lánguidos, su voz suave, calma. Su integridad impenetrable, su dignidad sin tacha, su lucha por vivir, por batallar contra la muerte. Parecía débil por fuera, pero era la fachada de un hombre valiente, fuerte. Así, como una almendra, pero al revés.
            Hoy se murió El Flaco, la música es toda pena. Algo se va a ese lugar donde se nos van las cosas lindas, las que no vuelven. Pero no creo que la tristeza sea la única forma de despedirlo, al contrario. Cuando alguien hermoso nos deja, hay que saludarlo con una sonrisa. Una sonrisa agradecida, llena de reconocimiento.
            Decir que es inolvidable, es una obviedad. Decir que no va haber otro  igual, es una promesa. Querer acomodar en algunas líneas el pesar de saber que sólo volveremos a escucharlo en grabaciones, ahora, con la angustia tan fresca, cuesta tanto como querer respirar en medio de una gran tormenta. Es que él ya dijo tanto en sus canciones, que ahora, pretender agregar un verso más, es como dejar caer una lágrima al mar. Por eso, sólo queda por agregar la esperanza y decirle, chau Flaco, hasta la vuelta.

María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

miércoles, diciembre 28, 2011

Cacerolazo a la historia



“Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara”
(Khalil Gibran)

Cosa esquiva, la alegría. Difícil de encontrar, resulta aún más difícil hacerla perdurar. Las causas de la alegría son variadas. Aunque hay motivos comunes a las mayorías, abundan otras instancias, en las que la alegría se manifiesta para determinadas personas, y crece y estalla hasta convertirse en felicidad.
Son innumerables los tipos de alegrías que existen, así como los motivos que pueden generarla, o sesgarla. Para muchos, para muchas, hace diez años, hubo un motivo común. Hubo una circunstancia que tardó en llegar algo así como tres décadas y un lustro. Pero cuando llegó, inundó de júbilo a muchos.
Era el año del dolor, era el mes del sufrimiento y la necesidad. El país todavía sangraba, por esos días. Era el 27 de Diciembre de 2001 y Racing Club de Avellaneda se jugaba la posibilidad de salir campeón, después de 35 años.
Lo escuchamos por radio, como miles. Con mamá, quien me hizo de Racing desde antes de la época que logro recordar. Yo nunca lo había visto salir campeón, nunca había vivido un triunfo semejante. Ella si, pero no volvería a vivirlo: la alegría, que parecía prohibida por esos días negros, no duró tanto. Aunque compensó durante un tiempito la desesperanza, no alcanzó para retenerla más de un par de meses en este mundo de locos.
Pero mientras duró… mientras gritábamos el gol de Loeschbor… mientras Víctor Hugo hablaba de un cacerolazo a la historia y repetía un “Racing Campeón, Racing campeón” eterno… mientras festejábamos en el monumento a San Martín… fue hermoso. Fue feliz.
Mientras recorrimos esa veintena de cuadras hasta el centro, los bocinazos fueron la música perfecta para acompañar a los que caminábamos agitando nuestras banderas. Nos saludábamos como viejos amigos con gente que nunca habíamos visto. Ni ella ni yo sabíamos que sería su última alegría, o tal vez si, porque la festejamos como si no hubiera otra. Es que la vida nos enseñó a los golpes lo efímero de los momentos felices, y aprendimos a vivirlos en el minuto que transcurren. Así, sin preámbulos, más por miedo a que terminen de golpe que por otra cosa.
Ese recuerdo, se lo debo a Racing, uno de los mejores de mi vida. Aunque aún no han venido otros campeonatos, que seguro llegarán, hoy, a diez años, puedo hacer memoria y festejar esas sonrisas, esas lágrimas, de ella, mías.
Todo fue alegría ese día, sin importar que el mundo se cayera a nuestro alrededor, al menos no ese día. En el este. En el oeste. En el norte. En el sur. El cielo era nuestro. El cielo era Racing Club.

María José Sánchez
Mar del Plata

lunes, diciembre 19, 2011

Desesperación



"Quien ha perdido la esperanza
 también ha perdido el miedo; tal es
el significado de la palabra desesperado."

(Schopenauer)


No nos enteramos que estábamos inflingiendo el estado de sitio hasta volver a casa y sentarnos a ver la televisión. Tampoco nos importó. Habíamos salido a ver si podíamos habilitar algún comercio para trabajar con tarjetas de crédito, que era lo único que teníamos por esos días con mi mamá. En realidad, apenas duramos unas semanas en ese trabajo a comisión, que no redituaba nada. Habíamos empezado un día antes del famoso corralito. No, no era el momento más oportuno para tener algo que ver con bancos.
Habíamos recorrido cientos de cuadras por zonas alejadas, sin éxito. Con hambre, cansadas, nos encaminamos hacia nuestra casa. Aún recuerdo el asombro al ver el humo, escuchar los disparos, ver las manifestaciones populares, las corridas de la policía. Llegamos a la esquina de Luro y San Juan por casualidad, que era uno de los lugares donde se estaba reprimiendo en Mar del Plata. No entendíamos nada, pero vimos la agresión, nos descompuso el gas. Mi mamá insultaba a la policía a los gritos, mientras veíamos como apaleaban a unos viejos. Nos quedamos con la gente unas horas, primero clamando por trabajo, o por que se vayan todos y que no quede uno solo, o por que, al menos, dejaran de dispararnos balas de goma. Volvimos, finalmente, a casa. Si nosotras creíamos que la habíamos pasado mal, ver lo que ocurría en la Plaza fue como si la realidad nos diera una patada en el estómago. Había gente muriendo, había gente siendo acribillada.
Nunca voy a olvidar la imagen de los caballos de infantería arremetiendo contra las Madres de Plaza de Mayo, nunca voy a olvidar la impotencia, ni las ganas de estar ahí, nunca voy a olvidar la sensación de revelación que sentí al saber que mi lugar tenía que estar entre ellas y esos asesinos. Nunca voy a olvidar nada de eso.
Recuerdo, también, una chica que era llevada detenida, la arrastraban de los pelos, y ella gritaba su nombre y su número de documento. Parecía que las peores cosas que alguna vez nos hicieron podían llegar a repetirse.
No había tiempo para tener miedo. No había tiempo para hacer especulaciones. No había posibilidad de hacer otra cosa, porque no había mañana. Hoy era la hora. Ese día, los argentinos, habíamos dicho basta. La miseria, la falta de oportunidades, el hambre, la desazón de no tener trabajo, de presentarse a un empleo ofrecido y ver las colas, los cientos de personas, en tus mismas condiciones, o peores. Así vivíamos. Sobrevivíamos, como se podía.
Casi cuarenta personas perdieron la vida en los enfrentamientos: la gente con palos y piedras, la policía con balas de plomo. Otra vez un helicóptero se llevó a un inútil de la Casa Rosada, un cobarde. Lo vimos irse, no le pedimos que se quedara.
Hubo muchas historias dentro de la gran historia. En las provincias también pasaban cosas. Lo que yo viví es apenas un detalle que sólo debe tener importancia para mí. Hubo gente que peleó con coraje, que puso el cuerpo por otros, desconocidos, anónimos, gente que no volverían a ver. Hubo quienes dieron su vida. Hubo sangre, sangre nuestra corriendo por las calles, sangre que diez años después sigue fresca. Y así debe seguir.
En esos días jamás pensé que una década después estaría narrando algunas impresiones de esas horas. Es que pensar en ese momento con tanta previsión, a la distancia, era imposible, no teníamos para comer, literalmente. Mi mamá había perdido su trabajo durante el menemismo, nunca pudo recuperar el empleo. Ella también estaba desesperada. Desesperada por no tener pan para poner en la mesa, por tener más de cincuenta años y ver que ya nadie buscaba administrativas con esa edad. Desesperada porque llevaba mucho tiempo así, porque ya no sabía que hacer, ni dónde ir, ni a quien recurrir. Murió dos meses después, ella también dijo basta.
Pensar en esos días es triste, claro que sí. Pero es mi obligación hacer memoria, es mi responsabilidad no dejar que el olvido nos envuelva y nos arrastre allí, dónde la oscuridad se traga a los desmemoriados y los obliga a volver a equivocarse, porque no aprenden. Es nuestra responsabilidad. En esos días supe que quería participar, que quería cambiar las cosas. Así empecé a militar en política. Estamos más grandes, entendimos, aprendimos a fuerza de dolor, de sangre, de muerte. Perdimos mucho en el camino, perdimos a muchos. No olvidemos. No los olvidemos nunca.

María José Sánchez
Mar del Plata

martes, noviembre 29, 2011

La búsqueda de la verdad


 
“Hay cosas encerradas dentro de los muros que,
si salieran de pronto a la calle y gritaran,
 llenarían el mundo”.
(Federico García Lorca)

Hay búsquedas simples, que empiezan y terminan casi en el acto, y no merecen reseñas ni crónicas. Hay búsquedas más complejas que logran durar un tiempo y ofrecen cierto alivio a quien las concluye. Hay búsquedas que pueden prorrogarse hasta el olvido. Pero hay búsquedas que son atemporales, que son dignas de dedicación abnegada y que pueden durar toda la vida, búsquedas que no pueden ni deben esperar, porque son impostergables. En este último caso, se encuadra la búsqueda de la verdad.
Arduo emprendimiento si los hay, semejante pesquisa. Pero ineludible, imperiosa. Surge como una necesidad y se transforma en una obligación. Esto puede acarrear problemas, sobre todo de parte de quienes dedican su tiempo a que las verdades sigan ocultas, mal tapadas por mentiras. Intocables.
Es la libertad de saber, de conocer qué fue lo que hicieron y quiénes lo hicieron, el porqué, ya lo conocemos. Sabemos del odio, sabemos de la ambición, del abuso y la masacre. Pero queremos saber más, aún después de décadas queremos la verdad, y cuando alguien intenta desenterrarla de la ignominia donde la había guardado con celo durante tantos años, resulta que hay custodios, después de todo ese tiempo, dispuesto a hacer lo que sea necesario para que la verdad no vea la luz.
Ejemplo de esto ocurre ahora en España, donde el Tribunal Supremo indicó que el ya suspendido juez Baltasar Garzón será juzgado el próximo 24 de enero por investigar los crímenes del franquismo y la guerra civil de ese país. Fue procesado y suspendido de la Audiencia Nacional en el 2010 por haber violado –presuntamente- su jurisdicción al pretender investigar los fusilamientos o desapariciones de civiles en el campo nacional durante y después de la guerra civil de 1936 a 1939. Esos delitos habían quedado a cubierto gracias a una amnistía en 1977, dos años después de morir Franco.
Además, una semana antes de ese juicio, Garzón deberá comparecer ante el Tribunal por presunto abuso de poder en un caso de corrupción, en el que ordenó la escucha telefónica clientes y abogados cuando los primeros se encontraban en la cárcel. Tiene también pendiente una tercera causa por el cobro de dietas durante un giro de conferencia que dio en Nueva York cuando se tomó un sabático de la judicatura. Eso dicen los medios españoles.
Eso dicen, se verá en Enero como desencadenan estos juicios al Juez. Lo que si sabemos desde ya, es que Garzón abrió ciertas heridas que estaban podridas, llenas de pus y eso no se lo perdonan aquellos que bajo esas llagas esconden la verdad y la mantienen prisionera. Después de casi 70 años de aquellos hechos, aún la oscuridad ejerce su presión y decide los destinos no sólo de los vivos, sino de los muertos, todavía.
Hay claras decisiones políticas de ocultar la verdad de los asesinados sin juicio, de los fusilados por pensar diferente, de los poetas, enterrados quien sabe dónde, en fosas comunes. Saber esto, es volvernos un poco más libres, es hacer justicia. Es ponerle nombre tanto a las tumbas como a los homicidas que las cavaron y las llenaron de hombres y mujeres que se resistían al régimen.
El juicio que viene, no es  el que debería ocurrir, se pone en el banquillo a quien busca la verdad, esa la insoslayable, en vez de sentar allí a quienes ejercieron el terrorismo de estado. España, ojala pronto quites la bota que contiene el torrente de verdades que necesitamos conocer, porque las ideas por la que aquellos muertos lucharon y dieron su vida siguen clamando por la verdad.
María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

lunes, noviembre 21, 2011

Las urnas ambidiestras



Cuando un gobierno llega al poder representando a los sectores afines a la centro izquierda y comienza a llevar adelante políticas que poco tienen que ver con los fundamentos discursivos que han guiado sus triunfos y su tradición, poco a poco comienza a ser prescindible, ya que para gobernar por derecha, existen sectores que pueden hacerlo mejor, incluso con convicciones.
Esto ocurre en España, donde el Partido Popular vuelve al poder de la mano de Mariano Rajoy con un rotundo triunfo, en medio de una crisis histórica. La receta a aplicar por el candidato ganador iba a ser sino la misma, una muy similar a la que podría haber empleado en el caso de un triunfo Alfredo Pérez Rubalcaba, ahora excandidato del PSOE.
En esta coordenada de opciones para el electorado español, donde el ajuste resulta ser la herramienta principal a utilizar ante los problemas económicos que atraviesa el país, la gran mayoría ha decidido que a derecha ocupe el lugar de ejecutor de esas medidas. Lo que se viene es recorte en el gasto social, aún más desempleo y un paulatino crecimiento de la pobreza, esto es, sin dudas, el ajuste. Los argentinos ya hemos probado de esa supuesta medicina y le conocemos sus propiedades: sabemos que no cura, sino que enferma más.
En España aún hay protestas, de quienes se dieron a llamar “Los Indignados”, quienes ahora ostentan un magro logro: por un lado haber sacado del poder al partido de Zapatero -a quien culpan de la cadena de desventuras que ha llevado a este país europeo a esta situación tan adversa-, y por otro lado, han logrado socavar tanto al PSOE que un triunfo de Rajoy era esperado, casi cantado. Tal vez estos indignados sepan lo que se viene más allá del ajuste, como ser políticas durísimas contra la inmigración, tal vez concuerden con ello. Pero de lo que deben darse cuenta es que con la rabia no alcanza, que con la protesta no es suficiente para revertir este proceso donde España es una de las más afectadas en una crisis europea sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. La participación es fundamental para el cambio, pero debe ir acompañada de muchas más ideas que la de sacar al que ocupa el cargo, porque si así fuera, la derecha de Rajoy sería la respuesta.
Seguramente el PSOE falló. Los socialistas españoles dejaron mucho que desear a la hora de gobernar. No supieron mantener el barco a flote en la peor de las tormentas, y optaron por medidas desencantadoras, lejanas a los principios que debían regirlos y optaron por apuntalar los escombros de estrategias decadentes, en vez de apostar a medidas que en otros lugares del mundo han dado resultado, como la generación de empleo y las políticas de inclusión social. Zapatero y su equipo, en vez de generar igualdad para que más ciudadanos pudieran vivir mejor, achicó las posibilidades de crecimiento, esperando que esos recortes que dejaban fuera del esquema a miles, solucionara los problemas, como si la teoría del derrame económico alguna vez hubiera sido beneficiosa para los pueblos.
Ahora llegó el tiempo de ceñirse el cinturón aún más, porque se votó eso. Se eligió delegar el poder popular en manos de quienes no supieron cuidarlo antes. Los españoles, en su mayoría, decidieron colocar al frente del país en esta etapa álgida a un conservador que estuvo en contra de la política autonómica -sobre todo en lo referente al Estatuto de Autonomía de Cataluña-, de la ley del aborto, del matrimonio homosexual y de la política exterior llevada adelante por Zapatero.
Una de las críticas más notoria que se le hizo durante la campaña a Rajoy, aún cuando lideraba las encuestas, era su falta de claridad y concreción  para explicar como salir de la crisis.
Aún así, los resultados fueron concluyentes. Cientos de miles que  antaño habían votado al PSOE, cambiaron radicalmente su sufragio este año. Los españoles han ido a las urnas, lo que les depare el futuro seguramente irá intrínsicamente ligado a lo que han puesto dentro de ellas.

María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

viernes, noviembre 18, 2011

Las muertes prioritarias


         Temprano, me dediqué a buscar información sobre el asesinato de un muchacho integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE-VC) quien fue ultimado ayer miércoles por un ‘sicario’. Creí que este toque hasta de película de Hollywood iba a ser atractivo para la mayoría de los periódicos, pero me equivoqué. Si bien presuponía que la muerte violenta del niño Tomás ocuparía los títulos más importantes y las primeras páginas, pensé que esta otra muerte salvaje, también sería difundida con énfasis. Pero no.
El joven campesino Cristian Ferreyra fue muerto de un disparo de escopeta por un asesino por encargo, presuntamente enviado por un empresario rural en el paraje San Antonio, departamento de Copo. Ferreyra, padre de dos pequeños menores de 5 años, había asistido a una reunión de campesinos en la casa de uno de ellos porque estaban por denunciar en la Dirección de Bosques a Ciccioli, un empresario local, que incumplía la medida de no innovar y seguía desmontando. A la salida, lo fusilaron.
Esto sucedió el mismo día en que nos enteramos que Tomás, ese nene que se buscaba desde hacía 48 horas, también fue brutalmente asesinado y tirado en un descampado. Cristian no fue tapa de diario, Tomás sí, de todas. ¿Por qué? Pregunto. ¿Vende más un nene de 9 años que va a la escuela y que un pibe de 23 que trabaja la tierra en el norte en un pueblito perdido?
La muerte de Tomás, por lo que nos cuentan los medios, parece haber sido a manos de alguien del círculo familiar, un psicópata, un monstruo que se lleva la vida de una criatura golpeándolo en la cabeza. Esto no es inseguridad. Son casos que han pasado desde siempre, en todas partes del mundo: locos hubo, hay, y habrá.
Lo de Cristian no es así. Fue un asesinato premeditado, movido por cuestiones económicas y de poder. Esto sí se puede evitar, se debe evitar. Hay gente que ostenta billeteras que pueden pagar no sólo sicarios, sino silencio, complicidad, encubrimiento. Para la gente que vive bajo esos regimenes de abuso y tiranía, eso sí es inseguridad.
¿Por qué hay muertes que son prioridad en las publicaciones y otras que apenas logran unas líneas en algunos medios, contados con los dedos de una mano? ¿Por qué es más importante una que otra? ¿Por qué ya conocemos la carita de Tomás de memoria, pero la de Cristian no se encuentra en las noticias? Las dos duelen, las dos son repudiables, las dos merecen justicia. Y sobre todo, las dos merecen difusión, porque así, al menos, sabremos que hubo un nene de 9 años, llamado Tomás Santillán que nunca crecerá, ni terminará la escuela, ni trabajará, ni será padre, porque un desgraciado mal de la cabeza, así lo decidió. También sabremos así que existió un joven llamado Cristian Ferreyra que nunca verá crecer a sus hijos, ni trabajará más la tierra, ni podrá luchas más por los derechos de su gente y su ambiente, porque hubo un asesino que con la impunidad de hacer lo que se quiere sin conocer consecuencias sino apañamientos, contrató a otros para que lo quitaran de el medio.
La injusticia es así. La impotencia que provoca, es así. Pero ninguno es más importante que el otro. Ambos comparten la desgracia de haber tenido muertes bestiales siendo muy jóvenes. Que las páginas de ciertos periódicos y los informativos de los noticieros dedicados en cada caso se valgan de lo que más vende, pero sepamos que la aberración es la misma, que la justicia debe ser la misma.

María José Sánchez
majosanchez@gmial.com

jueves, noviembre 03, 2011

La moderación como excusa


 
La tibieza en las opiniones y las acciones, no es símbolo de mesura ni sensatez, sino de mediocridad y falta de compromiso. Lo escribo así, sin eufemismos, porque sino estaría siendo, justamente, tibia a la hora de pronunciarme sobre los temas que me importan.
Esa excusa llamada moderación, ha marcado la vida de muchos, ha enmarcado muchos actos, siempre como un escudo impermeable, de pretenciosa razonabilidad, dónde en realidad, no actúa necesariamente la prudencia, -ni siquiera el temor-, sino más bien, opera una ambigüedad que permite obrar de una manera y discursear como pidiendo disculpas, como justificando los actos con unas palabras que dejen contentos a los que piensan distinto.
Así me permito pensar al recientemente fallecido Monseñor Laguna, quien en el año 1996 dijo: “Tengo que darle cuenta a Dios, y lo haré en algún momento, de cómo no luché como luchaban otros, de una manera tan clara y decisiva", porque fue una figura central e indiscutida del Episcopado Católico durante la última dictadura militar y fue el primer obispo procesado en una causa por crímenes de lesa humanidad. Hay dos formas de leer esos dichos, una, como autocrítica, otra, como vano intento de redención ante la opinión pública.
Si uno cree que cometió errores, que falló a muchos, y la vida te da oportunidades de defender a los discriminados, de luchar por los perseguidos, de ser la voz de los marginados, y uno no toma esas chances, al contrario, vuelve a colocarse otra vez en la otra vereda, entonces, no estamos frente a un arrepentido, sino frente a un hipócrita.
Laguna estuvo en contra del Divorcio, pero afirmó: "El divorcio es un mal, pero es un mal para los católicos, y no podemos imponer en una sociedad plural una ley que toca a los católicos. Son los católicos los que tienen que cumplirla y no el resto", pero estuvo siempre en contra del divorcio.
 Laguna dijo hace apenas unos meses con respecto al aborto: “Soy antiabortista de alma, pero con la penalización hay que tener cuidado. Hay que analizar en cada caso el qué y el cómo”, pero estaba en contra del aborto, naturalmente, siendo sacerdote católico, su opinión era la esperable, aunque no por eso fue menos condenatorio con el tema.
Laguna se opuso con vehemencia al Matrimonio Igualitario, pero aseguró: "Por supuesto estoy a favor de la unión civil. Hay que respetar las diferencias y no ser sólo tolerantes, sino aprender de los que piensan distinto". Pero se manifestó en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Entonces, pregunto, ¿la moderación nos hace magnánimos y tolerantes? ¿O nos ofrece una excusa sutil para poder ejercer toda esa influencia de la que nos sabemos capaces con nuestras posturas?
Se ha muerto un moderado en el discurso, pero no en los actos. En sus actos no fue tibio: no luchó por los que pensaban distinto y eran desaparecidos. No defendió a las mujeres que mueren cada día por abortos mal practicados, por pobres, por no poder pagar algo mejor. No entendió a los católicos que ya no se querían y los condenó. No acompañó a los hombres que aman hombres y a las mujeres que aman mujeres y quieren contraer matrimonio, dijo respetarlos, pero creía en la unión civil, no en que ellos y ellas tienen los mismos derechos que cualquiera para poder casarse. Pero se excusó. Tal vez, cuando su Dios lo reciba, si es que hay Dios, si es que lo recibe, con eso alcance.
Pensar distinto y defender nuestro credo, merece respeto. Creo que pensar distinto y disimular, no. No se es justo, equitativo o bueno por declamación, sino por lo que hacemos cuando surge la oportunidad de mostrarnos como somos.

María José Sánchez
Mar del Plata

viernes, octubre 28, 2011

Ideas, como árboles.


 
“Ejemplo es liderazgo”.
(Albert Schweitzer)

Ando dando vueltas, queriendo escribir algo desde hace casi un año, cuando estaba volviendo de Brasil para esta fecha, ni siquiera pude estar para el Censo. Las instancias que a veces ayudan a que ponga en acción mi pluma, casi de arrebato, no operaron de la misma manera esta vez, y pasó un año. Pero bueno, a riesgo de aparecer atemporal o absurda, transmito algunos pensamientos que no pretenden nada, nada más que ser escritos.
Lo primero que impactó –más allá de la sorpresa de la noticia- fue el festejo de algunos que se mostraban alegres con esa desaparición física. Eso me indignó, todavía puedo sentir esa bronca, cuando los pienso. Creo que a los adversarios, tanto en la política como en cualquier otro aspecto o disciplina de la vida, hay que ganarles en el campo de juego, no esperar que la Muerte se los lleve y los saque, así, de la cancha.
Algo de eso recuerdo haber escrito, movida por la necesidad de diferenciarme de esos, los felices en esas horas. Los menos. Los que se alegran con las desgracias de otros, los siempre menos. Los que se regocijan con las penas ajenas me merecen desprecio, los que no las comparten pero tampoco las disfrutan, me merecen respeto.
El que ya no estaba parecía más presente que nunca, entre la gente, entre las lágrimas, en la plaza, en todas las plazas. Yo lo vi por televisión, en casa. Tengo mis diferencias: no lo creo santo ni mártir, no lo creo mito ni leyenda. Lo creo político, lo creo osado, lo creo valiente. Con esas cosas me alcanza. También lo creí equivocado algunas veces, y otras acertado.
Pero bueno, ahora, me resulta agradable saber que por acá pasó un tipo diferente, con defectos y virtudes -como todos nosotros-  y que a diferencia de muchos que han pasado, intrascendentes, él sí se animó a plantar ideas, como árboles. Que florezcan. Miles.

María José Sánchez
Mar del Plata
majosanchez@gmail.com