lunes, noviembre 21, 2011

Las urnas ambidiestras



Cuando un gobierno llega al poder representando a los sectores afines a la centro izquierda y comienza a llevar adelante políticas que poco tienen que ver con los fundamentos discursivos que han guiado sus triunfos y su tradición, poco a poco comienza a ser prescindible, ya que para gobernar por derecha, existen sectores que pueden hacerlo mejor, incluso con convicciones.
Esto ocurre en España, donde el Partido Popular vuelve al poder de la mano de Mariano Rajoy con un rotundo triunfo, en medio de una crisis histórica. La receta a aplicar por el candidato ganador iba a ser sino la misma, una muy similar a la que podría haber empleado en el caso de un triunfo Alfredo Pérez Rubalcaba, ahora excandidato del PSOE.
En esta coordenada de opciones para el electorado español, donde el ajuste resulta ser la herramienta principal a utilizar ante los problemas económicos que atraviesa el país, la gran mayoría ha decidido que a derecha ocupe el lugar de ejecutor de esas medidas. Lo que se viene es recorte en el gasto social, aún más desempleo y un paulatino crecimiento de la pobreza, esto es, sin dudas, el ajuste. Los argentinos ya hemos probado de esa supuesta medicina y le conocemos sus propiedades: sabemos que no cura, sino que enferma más.
En España aún hay protestas, de quienes se dieron a llamar “Los Indignados”, quienes ahora ostentan un magro logro: por un lado haber sacado del poder al partido de Zapatero -a quien culpan de la cadena de desventuras que ha llevado a este país europeo a esta situación tan adversa-, y por otro lado, han logrado socavar tanto al PSOE que un triunfo de Rajoy era esperado, casi cantado. Tal vez estos indignados sepan lo que se viene más allá del ajuste, como ser políticas durísimas contra la inmigración, tal vez concuerden con ello. Pero de lo que deben darse cuenta es que con la rabia no alcanza, que con la protesta no es suficiente para revertir este proceso donde España es una de las más afectadas en una crisis europea sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. La participación es fundamental para el cambio, pero debe ir acompañada de muchas más ideas que la de sacar al que ocupa el cargo, porque si así fuera, la derecha de Rajoy sería la respuesta.
Seguramente el PSOE falló. Los socialistas españoles dejaron mucho que desear a la hora de gobernar. No supieron mantener el barco a flote en la peor de las tormentas, y optaron por medidas desencantadoras, lejanas a los principios que debían regirlos y optaron por apuntalar los escombros de estrategias decadentes, en vez de apostar a medidas que en otros lugares del mundo han dado resultado, como la generación de empleo y las políticas de inclusión social. Zapatero y su equipo, en vez de generar igualdad para que más ciudadanos pudieran vivir mejor, achicó las posibilidades de crecimiento, esperando que esos recortes que dejaban fuera del esquema a miles, solucionara los problemas, como si la teoría del derrame económico alguna vez hubiera sido beneficiosa para los pueblos.
Ahora llegó el tiempo de ceñirse el cinturón aún más, porque se votó eso. Se eligió delegar el poder popular en manos de quienes no supieron cuidarlo antes. Los españoles, en su mayoría, decidieron colocar al frente del país en esta etapa álgida a un conservador que estuvo en contra de la política autonómica -sobre todo en lo referente al Estatuto de Autonomía de Cataluña-, de la ley del aborto, del matrimonio homosexual y de la política exterior llevada adelante por Zapatero.
Una de las críticas más notoria que se le hizo durante la campaña a Rajoy, aún cuando lideraba las encuestas, era su falta de claridad y concreción  para explicar como salir de la crisis.
Aún así, los resultados fueron concluyentes. Cientos de miles que  antaño habían votado al PSOE, cambiaron radicalmente su sufragio este año. Los españoles han ido a las urnas, lo que les depare el futuro seguramente irá intrínsicamente ligado a lo que han puesto dentro de ellas.

María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

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