Jorge Cirelli empieza a contar esta
historia, que también es suya, no sólo porque haya sido testigo de lo ocurrido,
sino porque la ha apropiado para sí, la ha internalizado como parte indeleble
de su vida. Él es también esta historia. Nos sentamos a la mesa, llamo por
teléfono pidiendo café para mí y un cortado para él. Agrego unas medias lunas
al pedido, aunque sé que difícilmente las probemos. Le aclaro que la idea es
más una charla que otra cosa, y me doy cuenta de que apenas va a necesitar preguntas,
porque él sólo empieza a hilvanar una narración que tiene la solvencia y
soltura que adquieren los relatos en la voz de quienes ya los han contado
muchas veces.
-Carlitos era un militante social-,
comienza a contarme Jorge. -No incorporado a las filas de montoneros, nada por
el estilo. Carlitos era un buenazo, comprometido con la realidad del momento,
mas bien un militante social. Estimo que, como todo joven de aquella época,
estaría enrolado en las filas de algún peronismo, de juventud peronista, pero
más que eso no. Además tenía 21 años. Un chico.
Empezamos por el principio, por como
conoció a Carlos Waitz, Carlitos, para él, que fue un detenido desaparecido
hasta hace poco tiempo, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó
sus restos en una fosa común en Avellaneda y su familia pudo sepultarlo en Mar
del Plata. “Lo conocí ahí, yo era más grande que él, tenía 29 años. Durante la
obra nació mi hijo, justo cuando estábamos terminando las presentaciones nació
mi hijo, en marzo del ’77”. Dice Jorge y por un instante su rostro cambia y se
dibuja cierta alegría”.
-Él participó de ese proyecto que
encaraba un grupo que se llamó Nuevos Actores Marplatenses, que lo dirigía
Rubén Benítez. Yo ingresé ya empezados los ensayos de Israfel, esta obra de Abelardo Castillo que coincidía con una
reedición de la obra. Y allí integraba parte del electo Carlos Waitz. La obra
se estrenó en diciembre, después empezó a caminar bien en el mes de enero del
’77.
Como dato anecdótico, Jorge me
cuenta que compartían la sala con China Zorrilla, que tenía su espectáculo
cuando ellos terminaban. Cuando le consulto que le pareció China, como se
llevaban con ella, me afirma que la considera “Una excelente compañera”. Jorge
retoma sin esfuerzo y sin guía el hilo de la narración:
-Así llegamos al 26 de enero de
1977, en ese momento yo estaba en escena. La obra Israfel trata de Edgar Allan Poe. En escena yo contaba un cuento de
Poe, interactuaba un poco con ellos…. -Aquí Jorge deja de hablar en pasado y
empieza a hablar en presente, como si estuviera otra vez allí. -Y cuando estoy
contando el cuento, veo por uno de los costados, a la derecha de los actores,
que ingresa el dueño del teatro con… yo no sabía quienes eran, pero si pude
identificar, porque era común por aquellos años, que era un grupo de tareas.
Me cuenta que los reconoce por como
se manejaban, “es decir, ingresan con esa impunidad absoluta, ¿no es cierto?”,
“Como los dueños de todo”, acoto,
porque casi puedo verlos yo también, a través de sus palabras.
-¡Exacto!-, exclama. -Con actitud de
‘dueños de todo’, de dueños absolutos de la situación. Y ahí, en ese momento…
bueno, en el teatro está esa consigna: “uno no se desconcentra”, uno sigue con
la obra, pese a que a mi me tocaba de cerca porque había sido secuestrado meses
antes. Soy un aparecido con suerte”.- Dice Jorge y sonríe. -Ahí ingresaron a
los camarines y preguntaron por El Tabernero, porque Carlitos hacía el papel
del Tabernero y… se lo llevaron. Ahí no más se lo llevaron.
Cuando
lo consulto si es que Waitz llegó a actuar esa noche, él me cuenta que sí, que
llegó a salir a escena en lo que era
el primer acto, que se denominaba ‘primera taberna’, y cuando estaba para
actuar en la ‘segunda Taberna’, se lo llevaron de los camarines. La obra se terminó
de presentar, otro compañero suplió su lugar. Siguiendo al pie de la letra la
costumbre del teatro: la obra debe continuar.
-Yo creo que el público no se dio
cuenta. –dije Jorge, repitiendo una suposición que lleva más de tres décadas.-
Se dio cuenta mi esposa, que a partir de mi secuestro iba a todas las
funciones, estaba alerta. Después, como pasaba en esas épocas, cuando
terminamos la obra, tanto nosotros como China, decíamos qué pasó, qué es esto,
como está, dónde está. Recuerdo que una de las actrices, con otra gente, fue a
hacer la denuncia a la comisaría 1era con toda la inocencia…. De ahí en más,
nunca tuvimos noticias. Lo que sí supimos es que buscaron a una persona que no
encontraron en la casa… Mirá vos como son las cosas –suspira-, y al no
encontrarla en la casa, tomaron una agenda de esta chica, -la que no
encontraron en el domicilio- y de ahí sacaron el nombre y dirección de Carlitos
Waitz. Así llegaron a él….
Yo no se qué tipo de preguntas puede
afectarlo más, el tema es delicado, y mis ganas de saber son muchas, entonces
pregunto igual, más bien opino a ver que sale de Jorge y le digo que en esa
época, finales del ’76 y principios del ’77, no estaba tan claro lo que estaba
pasando con la gente que desaparecía, y tiro un “¿no?” que es en realidad
retórico y el principio de la próxima pregunta que quiero hacer. Jorge
concuerda conmigo, entonces avanzo y le consulto si estuvo leyendo, -si tuvo ganas…
porque hay que tener mucho estómago- algo de las últimas declaraciones de
Videla, que hizo para un libro que ya salió, que explica como tomaron la
decisión de desaparecerlos y el por qué de la figura del desaparecido…
-Si, si, algo leí.- Afirma, y aunque
noto que le cuesta un poco hablar de eso continúa. -Yo recuerdo perfectamente
que Videla en algún momento, ante una requisitoria, contestaba que un poco se
había ido de las manos, de control, toda la acción que se estaba dando
‘antiterrorista’, que, en realidad, no era antiterrorista, porque los que
fueron víctimas eran los militantes que hacían trabajos sociales, más que otra
cosa.
-La
figura del ‘terrorista’, pensado un poco para demonizar al otro, para tratarlo
como algo que no es humano…- digo.
-Exacto… tal cual. Yo creo que hasta
el concepto que había del terrorista era que no era sujeto de derecho…
-Entonces
podías hacer con él lo que querías, no era una persona, era otra cosa…
-Claro… Eso fue lo que posibilitó
hacer cualquier cosa. Y una actitud de la población que, ante el miedo, surgió
aquel ‘por algo será’, fue una actitud de miedo, en realidad. ¿Por qué a mi no
me buscaron? Entonces esta gente en que andaría….
-Algo
habrán hecho…
-Una reacción que, por el miedo,
hizo que se dedicaran a no averiguar más. Con ese pensamiento les bastaba para
sobrevivir – afirma.
Son impresiones que se comparten
entre alguien que las vivió y alguien que las imagina, pero se comparten al fin
de cuentas. En esas épocas el desconcierto después de un secuestro era mucho,
no se sabía muy bien hacia dónde ir o con quién hablar. Los días subsiguientes,
la desesperación… Jorge me dice que con el tiempo decían “Que inocencia hacer
la denuncia”, si hubiera sido un tiempo después no hubieran ido a la comisaría
porque ya sabían lo que pasaba. También recuerda que los padres de Carlitos
iban y reclamaban a la policía, al ejército… pero siempre con el resultado que
todos conocemos: no le daban en concreto absolutamente nada. Incluso
proporcionaron sus datos genéticos, lo que propició que se pudieran identificar
en una fosa común en Avellaneda, donde había otros quince cadáveres. “Eso va en
paralelo con la recuperación de los nietos”, dice y agrega: “Y vos fijate que
cosa, cuando aparecen los restos de Carlitos, a los pocos días con un grupo de
teatro, hacemos la obra Cajitas Chinas, que trata el tema. La dimos en un
centro cultural de Avellaneda, después hubo un debate, había Abuelas en la
función, y cuando pudimos interactuar, dijimos que coincidencia que justo en
esta ciudad hace unos días encontraron los restos de nuestro compañero.”
La
noticia del hallazgo de los restos de Waitz ofició de nexo para el reencuentro
del elenco, Jorge relata como se pusieron
en comunicación con todo el elenco de aquella obra. A él lo llamó Víctor
Bidart, y se juntaron seis actores: Víctor, Juan Vitali, que viajó a Mar del
Plata, Graciela Spinelli, Eduardo Campos, Roberto Tripolio y él. Se reunieron
para recordarlo y hacer un brindis en honor de Carlitos… como una manera de
cerrar el círculo, decir “acá lo tenemos”.
-Lo que hicimos fue verdaderamente
cerrar el duelo. Cuando le dieron sepultura a Carlitos yo no fui… porque hacían
una misa y yo no… - Risas-, pero después nos reunimos con los compañeros.
Ellos
pudieron cerrar el duelo, pero hay miles de familias y amigos que ni siquiera
han tenido esa oportunidad. El trabajo forense va de la mano de los ADN. Así,
muchos podrán terminar el duelo, con el dolor que no se va a ir, al menos saber
donde están los restos de sus seres queridos y poder darles la sepultura que
crean conveniente. “El ser humano lo
que busca son certezas. Siempre la angustia del ser humano tiene que ver con lo
desconocido, con lo que no puede certificar. Y tener certezas es muy humano,
con lo cual, esto tranquiliza espíritus, por lo menos…” Me dice, y es por eso
que me parece que la misma figura
del desaparecido es tan desesperante, no está, como el mismo genocida dice “no
está más, no existen”.
-Esa falta de certeza es lo
terrible: desapareció, es una incertidumbre, eso es lo angustioso. – Afirma
Jorge.
-Toda
una estrategia creada desde el mismo horror para justificarse ellos mismos.
-Y caer en la cuenta, porque uno
analiza la historia, y en estos casos caes en la cuenta de que fue un plan
absolutamente armado, que comenzó con el patrocinio de la CIA con el golpe de Pinochet,
ahí crean el Plan Cóndor, que se articula entre Chile, Argentina y Uruguay. Los
que estábamos más politizados veíamos como venía la articulación, no teníamos
idea del nombre que le ponían a sus planes.
La
obra siguió toda la temporada, de hecho ganaron
el Premio Estrella de Mar como Mejor Obra de teatro por elenco Marplantense. “Después
seguimos haciendo teatro con lo que quedó del grupo. Ya ahí dirigido por
Roberto Tripolio, compañero del elenco. Allí empecé a hacer otras obras y sigo
en la actualidad. Si, sigo haciendo teatro”. Dice Jorge, sin disimular su
orgullo.
Le hago saber que al no haber vivido
esa época, (yo nací el 3 de Abril del ’82), trato de aprender de eso, de la
gente que sobrevivió a aquella época y la que aun hoy sigue demostrando que no
pudieron con ellos. Me parece un claro ejemplo seguir haciendo teatro, promover
la cultura. Seguir construyendo cada uno desde su lugar lo que querían evitar
que se construya: una sociedad más justa, más igualitaria…
-En realidad no pudieron con
nosotros, porque después, el perder la guerra de Malvinas fue el colofón para
que la población tomara ya valor para decir váyanse, ya basta. Lamentablemente
ya no estaba esa juventud batalladora, porque de haber estado otra historia
sería hoy…
Claro, ese era el plan, por algo se
llevaban a los hijitos de los secuestrados y mujeres embarazadas, tenían esa
concepción. Para eliminar esa simiente, cambiarlos de padres para evitar que
pensaran como sus progenitores. La verdad Jorge, le digo, a mi me gusta contar
historias, más allá de las noticias fabricadas que los medios hegemónicos nos
imponen como la noticia del día, la que hay que contar, me gusta la posibilidad
de desentrañar estas otras historias, que tienen la misma o más relevancia que
muchas de las cosas que se conocen, pero que no han tenido la difusión que
merecen… “Correcto. –concuerda.- Una parte de la lucha de esto es hacer conocer
el secuestro de Carlitos Waitz… que, en realidad, no fue el único actor en
desaparecer, ya había desaparecido con antelación Gregorio Nachman y Carlos
Conti. Nachman fue víctima del terrorismo de Estado por la importante tarea que
hacía con su Teatro de la Comedia Marplatense …”
Ahí se destacan las visiones del
arte para unos y para otros, para unos como herramienta de transformación, y
para otros, como algo nocivo. Lo
diferente del secuestro de Carlitos fue que se lo llevaron en plena función, “y
lo hace digno de ser contado, porque demuestra hasta donde se atrevieron”.
Sabemos que en términos históricos,
30, 35 años, es un tiempo cortísimo, y que se pueda hacer una reflexión y
analizar lo sucedido… Saber que ellos, los genocidas, que creyeron que pasarían
a la historia como los grandes héroes de la patria, sepan que ya pasaron a la
historia como los grandes monstruos de la patria… y que podamos verlo, mientras
sucede, es necesario.
-Ya es histórico. –Subraya. -Y no ha
ocurrido en casi ningún otra parte de la tierra, que un país haya enjuiciado a
los torturadores… Cosa que no pasó en Uruguay, no pasó en Chile… recién ahora
está empezando la gente a reclamar lo de Franco en España… y así le fue al
Juez. Y ahora, con estos juicios por la verdad, se empiezan a enjuiciar hasta
los de la CNU. Es una
lucha que va a ser muy dura…. y muy larga. Es una lucha que avanza por los
particulares y por las organizaciones de derechos humanos.
-Es
interesante ver como, más allá de la recuperación de los restos y de la
sepultura que le dieron sus padres… ver como Waitz estuvo siempre presente en
todos ustedes durante todos estos años, a pesar de haber sido un chico muy
joven, apenas 21 años, dejó su marca muy fuerte no sólo en su familia, sino
también en sus compañeros y colegas…
-Es eso… si…- Por lo ojos de Jorge
pasan muchos recuerdos que no voy a lograr atrapar en estas líneas. Se toma
unos segundos para decir: -Un poco lo que el ser humano debería tener en su
mente, trascender de alguna manera, y él trascendió porque tenía personalidad
como para hacerlo. Desde su bonhomía… dejó huella, indudablemente. Por suerte
trascendió.
Y esa, me parece, es la batalla ganada.
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