“No comparto
lo que dices,
pero
defenderé hasta la muerte
tu derecho a decirlo”.
(Voltaire)
Cuesta interpretar a aquellos
dirigente políticos que han dicho que se sienten representados por esta
manifestación que se ha dado en llamar 8N, por el día y el mes, como se llama
casi todo desde el fatídico ataque a las Torres Gemelas que conocemos como 11S,
o el atentado en la Estación de Atocha, en Madrid, de Marzo de 2004, recordado
como el 11M.
No es agradable ni esperanzadora la
forma en que este tipo de fechas se promocionan, pero así lo han logrados los
fanáticos de las abreviaturas o de las imposiciones de consignas. Pero
volviendo a aquello de que políticos, dirigentes, con importantes cargos
gubernamentales, digan que sienten que una fecha, una marcha o cacerolazo los
representan es, cuanto menos, muy preocupante. Pensándolo un instante,
imaginamos que son justamente ellos quienes tienen que ejercer y promover esa
representación, sobre todo aquellos que han sido votados para ocupar cargos
legislativos o ejecutivos. Si los electos por el pueblo no representan a sus
electores, que salen a la calle a manifestar su descontento, cualquiera sean
las razones, significa que un sector de la sociedad no tiene quien lo
represente, simple. Ni siquiera aquellos a quienes seguramente ellos mismos
votaron.
Entonces estamos ante un problema
muy grave. Sabido es que un gobierno nacional debe gobernar para todos, pero
difícilmente represente a todos los sectores, puesto que no gana con el 100% de
los votos. Entonces, ese espacio debe estar encarnado por aquellos otros que
fueron elegidos en las diversas elecciones. Pero si ellos mismos invierten el
rol y colocan sobre los hombros o dentro de las cacerolas de los que marchan la
potestad y la difícil tarea de representarlos, entonces estamos hablando de
algo aún más severo, es el discurso de la anti política en boca de los
políticos.
Pero aun puede empeorar. Estos
políticos manifiestan enviar a ‘su gente’ a estas marchas en contra del
gobierno nacional. De esta manera queda en claro que son parte necesaria de la
organización de este tipo de eventos: de hecho, en diversos puntos del país han
aparecido afiches convocando y remeras alusivas. La supuesta espontaneidad de
este tipo de cacerolazos ya se ha dado por tierra cuando es titular de tapa de
diarios y cuando, incluso, meses antes del ocho de noviembre sabíamos que iba a
pasar, donde y quienes lo promovían.
Las consignas han sido también un
tanto confusas, al menos para mí. Muchos de los manifestantes han proclamado
ésta como la ‘marcha de la paz’ y la democracia, pero los cánticos que se
escuchan o las pancartas que se leen están muy lejos de ser pacíficas: “Andate
con Néstor la p…”, en claro deseo de que muera la presidenta. E infinidad de
insultos y agresiones irreproducibles en tanto y en cuanto quiera que esto no
se transforme en un catálogo de improperios, por más diversos y llamativos que
esos resulten.
Hay una clasificación de que todo el
que no piensa como uno es o una persona carente de cerebro y pensamientos propios
pagada por el gobierno o un fascista y golpista hijo de Satán. Evidentemente,
ni la manifestación cacerolera es pacífica, ni son una legión de anticristos
que vienen por la buena gente. En todos los casos la generalización no sólo es
absurda, sino que es dañina y nociva para todos, pues decir que más de medio
país cobra por pensar así, y son vagos e inútiles y sólo quieren un choripán, es
desopilante y discriminador, tanto como decir que cualquiera que no guste o
acuerde con las políticas del gobierno quiere que vuelvan los militares.
El problema es que hay mucha gente
que no votó a la fórmula presidencial ganadora que pide que este gobierno ‘se
vaya’, como si el orden democrático no fuera una prioridad ciudadana, una
necesidad y un hecho por el que todos debemos velar. Allí volvemos al inicio:
la falta de representatividad del sector opositor se pone de manifiesto aquí,
en vez de buscar proyectos donde se sientan cómodos, o construir espacios donde
sus puntos de vista se vean reflejados, atinan a la versión más fácil de las
cosas: que se vaya el que no me gusta, aunque no tengo idea de quién tiene que
venir. Demás está decir que todavía hay gente que cree que los militares son la
solución a algo, de hecho he discutido con personas que piensan así, no me lo
contaron. Pero afortunadamente, no son la mayoría.
Así mismo, si es una marcha de
ciudadanos comunes, en desacuerdo con la gestión oficial, no necesita la
promoción desvergonzada de periodistas y medios hegemónicos. De hecho, la
desvirtúa, intentando poner de su lado a aquellas personas que se manifiestan y
poner en sus bocas sus propios reclamos empresariales, utilizar el eco de sus
cacerolas para sus propios fines siempre económicos. Porque más allá de las
redes sociales, la marcha tuvo mucha mayor difusión con las tapas de ciertos
diarios, columnas de opinión periodística, programas radiales o de televisión e,
incluso en las mismas redes sociales fue
promocionando, es decir, pagado, un Trending Topic (palabras o frases
más repetidas en poco tiempo en Twitter) al que llamaron 8N EN VIVO.
Hay muchas cosas difíciles de entender, a menos que
supongamos que provienen de consignas poco claras de multimedios y algunos
sectores políticos, como el caso de estar en contra de una eventual re re
elección de Cristina Fernández de Kirchner, y escribo eventual porque no hay
proyecto oficial al respecto, lo que si existe es una campaña de junta de
firmas del binnerismo en contra de que esto que aun ni se ha propuesto ocurra.
Y una clara campaña mediática, claro. Más extraño aun resulta que aquellos que
exigen que “esta mujer se vaya” dicen pedir respeto a la constitución. O los
que exigen libertad de expresión a viva voz por las calles, sin problemas.
Inflación, falta
de seguridad, fueron otros de los reclamos, si se quiere, los más destacables.
También debemos señalar que el hecho de que haya camionetas 4x4 cargadas de
latas para repartir (y golpear), no ayuda a que la protesta parezca llevada
adelante por ciudadanos comunes y espontáneos. Es evidente el alto grado
organizativo y de promoción de determinados sectores que no son los comunes
vecinos protestando. Una protesta que puede
compartirse o no, pero que es una clara muestra de que el país vive en plena
democracia, donde se puede decir lo que uno piensa y pedir lo que uno quiere. Nunca
puede estar mal escuchar al otro, aunque no tenga las mismas ideas, es sano y
necesario. Ahora queda esperar si algún político de la oposición
puede acaparar este descontento en su favor, difícil parece, ya que el enojo
los incluye también a ellos, los que perdieron contra Cristina en octubre
pasado, los que no han podido articular un proyecto alternativo de gobierno y
ofrecérselo a los votantes, los que no pueden representarse ni a ellos mismos,
y buscan dentro de cacerolas lo que deberían construir desde la política.
María José Sánchez
majosanchez@gmail.com
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