“Si la verdad falta a su voz,
la palabra, como un vano cohete,
caerá apagada a tierra,
en el silencio de la noche”.
(José Marti)
Lanata se vendió. Como una cosa,
como se vende un mueble, o se remata al mejor postor. Y las cosas, usualmente,
se venden por plata. Y las personas también. Escribo esto así para que se sepa
desde donde hablo, honestidad intelectual, le dicen. Como si hubiera honestidad
no intelectual. Pero bueno, me paro desde esa percepción personal para escribir
esto que sigue.
Aunque algunos referentes de la
atomizada oposición lo nieguen, Lanata se ha convertido en el guionista
necesario, aquel que los provee de temas y denuncias, difícilmente
comprobables. De hecho, al negar que el periodista que antaño fuera referente
de una centro izquierda ilustrada les da la letra que ellos por sus propios
medios no encuentran, es una manera de, si bien no afirmarlo categóricamente,
si dejarlo entrever.
Lo que ocurre es que había un vacío
que el devenido vocero de la derecha tradicional ha venido a llenar. Las ideas
no cambian, los principios no mutan, lo que sí se transforma es la realidad y
con ella, algunas personas. Ya se ha dicho en muchas partes y suscribo al
escribirlo aquí que era muy fácil y cómodo oponerse a las políticas
neoliberales de los ’90. Aquellas que aun padecemos, las que prostituyeron la
economía argentina, remataron su patrimonio, comprometieron seriamente el
futuro de millones de niños y jóvenes por la falta de educación, políticas de
salud y, por supuesto, la falta de comida en la panza. Era el lugar en el que
se tenía que estar: en la vereda de enfrente. Pero sucede que muchos de los
periodistas que no se oponían al menemismo, hoy se codean con Lanata, apiñados en
la recalcitrante baldosa de los desestabilizadores, de los lobbistas, de los
que usan la profesión periodística como caja registradora.
Entonces Lanata se erige en ese
habitáculo oscuro, no como un converso, sino como el estandarte y vocero de un
grupo mediático y económico que comprende periodistas, políticos, escritores y
demás pensadores llamados a sí mismos ‘independientes’. Colocados todos juntos
bajo el techo del monopólico Clarín y de La Nación , sostenes ideológicos y pilares orgullosos
de las perores épocas de nuestra historia. Ahora Lanata trabaja por y para
defender los intereses que antes denostaba. Lanata, que dejó sin trabajo y sin
indemnización a decenas de colegas. Lanata, que trabaja para el diario que,
según él mismo, “montó ilegalmente Radio Mitre”, donde ahora él tiene un
programa, y el canal de televisión del que él mismo dijo que Clarín obtuvo del
menemismo, el Trece.
Puede que entre estas líneas haya
una nota de rencor no planeada, ha de ser por el recuerdo de otros años, otras
investigaciones, otro Lanata. Pero no es contra él, sino contra la venda que
muchos tuvimos sobre nuestros ojos cuando lo leíamos confiados, cuando creíamos
que ocupaba ese lugar porque realmente creía en la verdad como fuente de
información, como sustento. Nos equivocamos.
Pero no hay que negar que hace un
muy buen trabajo, cumple el rol para el que fue contratado por Clarín a la
perfección. Y no es un clon satánico de aquel conductor del Día D, es él. Es
él. Amén de las posiciones políticas y las opiniones vertidas, de la catarata
de mentiras y difamaciones que no voy a
ponerme a analizar aquí, Lanata viene a representar todo lo que no
quiero ser. La información es un derecho, pero él la hace un negocio, entonces
la perspectiva y la verdad se hacen prescindibles, casi innecesarias.
El discurso que viene a imponer este
periodista es adoctrinador, no planta ideas para que crezcan y se reproduzcan
pensamientos, sino que inserta consignas, titulares autistas que no apelan a la
capacidad de análisis de quien los oye, sino que intentan evitar el
razonamiento. Se disfraza de verdad lo que se sabe infamia. Hace que sus
seguidores se queden cómodos y calentitos bajo esa estructura de pensamientos,
donde solo caben las personas de bien, las que se creen que son los únicos que
trabajan, sufren, pagan, compran, viven y mueren en este país.
No tenemos que pensar todos igual,
por suerte, de eso se trata la democracia. No tenemos que salir a decir que hay
libertad de prensa, pues eso lo afirman quienes gritan en los diarios, las
radios y la televisión que no la hay, mientras se expresan con soltura. No
perdamos nunca la capacidad de análisis individual, desconfiemos de toda la
información hasta poder sacar nuestras propias conclusiones, porque sino
terminaremos asintiendo como autómatas a lo que digan personas como Lanata y no
vamos a querer abrir la mente por miedo a que nos roben el cerebro.
2 comentarios:
Muy buen artículo. Coincido plenamente. Lanata es un mercenario, estafador que carece de moral.
Importante articulo escrito brindándonos un punto de vista valioso; la frase-Lanata viene a representar todo lo que no quiero ser- habla del valor ético de quien escribió este texto, un abrazo
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