En realidad queremos que no la secuestren, que no la
alejen de su mamá, su papá y su hijita de apenas tres años. Queremos que no la
priven de su libertad y la cambien por dos mil pesos en droga. La verdad es que
queremos que no la violen, no la vejen y no trafiquen con ella. Lo que queremos
es que su papá no se haya muerto de pena, extrañándola. Queremos que no la
prostituyan, que no la torturen. Eso queremos. Pero como nada de eso podíamos
lograr, pedimos justicia y nos dieron una trompada en el estómago. Queríamos
justicia, y la ‘justicia’ nos escupió en la cara.
La noche del martes, en Tucumán, provincia Argentina, el tribunal que integran los jueces Alberto
Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano, absolvió a los
trece acusados por el secuestro y desaparición de la joven Marita Verón,
víctima de una red de trata de personas.
Desde el 3 de
abril del 2002, su mamá, Susana Trimarco, la busca, la reclama, la rastrea, la
sufre, la lucha. Su hija, de tres años entonces y de trece ahora, la necesita,
como cualquier hija.
Hoy, los jueces
volvieron a violar, abusar, secuestrar, vejar y
desaparecer a Marita Verón. Esperábamos un fallo ejemplar condenatorio, para
cuidar a las víctimas que Susana Trimarco fue rescatando en su lucha, para
apoyar esa lucha, para que haya más denuncias sin tanto miedo, para que los que
explotan mujeres y las desaparecen sepan que no es gratis, que deben pagar y
bien caro lo que hacen. No tuvimos nada de eso. De hecho, nos dieron todo lo contrario:
pusieron sobre el tapete las complicidades, la corrupción y el grado de
participación de los poderes políticos y judiciales en este aberrante delito.
Marita Verón nos falta a todos y
todas. Porque el caso de Marita es un ejemplo de las miles de jóvenes y niñas
que son secuestradas a diario por las redes de trata de personas y sometidas a
la explotación sexual. No fallaron contra su madre y su hija, fallaron en
contra de toda la sociedad Argentina.
El coraje, el valor y la voluntad de
Susana Trimarco son inmensos, son ejemplo. Son orgullo. La justicia dio
vergüenza ante semejante madre. La bronca que sentimos, sumada a la inmensa
tristeza tiene nombre y se llama indignación, transformemos este sentimiento en
apoyo y fuerza para esta luchadora incansable.
María José Sánchez
majosanchez@gmail.com
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