martes, diciembre 11, 2012

Un claro día de injusticia


            En realidad queremos que no la secuestren, que no la alejen de su mamá, su papá y su hijita de apenas tres años. Queremos que no la priven de su libertad y la cambien por dos mil pesos en droga. La verdad es que queremos que no la violen, no la vejen y no trafiquen con ella. Lo que queremos es que su papá no se haya muerto de pena, extrañándola. Queremos que no la prostituyan, que no la torturen. Eso queremos. Pero como nada de eso podíamos lograr, pedimos justicia y nos dieron una trompada en el estómago. Queríamos justicia, y la ‘justicia’ nos escupió en la cara.
            La noche del martes, en Tucumán, provincia Argentina, el tribunal que integran los jueces Alberto Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano, absolvió a los trece acusados por el secuestro y desaparición de la joven Marita Verón, víctima de una red de trata de personas.
            Desde el 3 de abril del 2002, su mamá, Susana Trimarco, la busca, la reclama, la rastrea, la sufre, la lucha. Su hija, de tres años entonces y de trece ahora, la necesita, como cualquier hija.
            Hoy, los jueces volvieron a violar, abusar, secuestrar, vejar y desaparecer a Marita Verón. Esperábamos un fallo ejemplar condenatorio, para cuidar a las víctimas que Susana Trimarco fue rescatando en su lucha, para apoyar esa lucha, para que haya más denuncias sin tanto miedo, para que los que explotan mujeres y las desaparecen sepan que no es gratis, que deben pagar y bien caro lo que hacen. No tuvimos nada de eso. De hecho, nos dieron todo lo contrario: pusieron sobre el tapete las complicidades, la corrupción y el grado de participación de los poderes políticos y judiciales en este aberrante delito.
            Marita Verón nos falta a todos y todas. Porque el caso de Marita es un ejemplo de las miles de jóvenes y niñas que son secuestradas a diario por las redes de trata de personas y sometidas a la explotación sexual. No fallaron contra su madre y su hija, fallaron en contra de toda la sociedad Argentina.
            El coraje, el valor y la voluntad de Susana Trimarco son inmensos, son ejemplo. Son orgullo. La justicia dio vergüenza ante semejante madre. La bronca que sentimos, sumada a la inmensa tristeza tiene nombre y se llama indignación, transformemos este sentimiento en apoyo y fuerza para esta luchadora incansable.

María José Sánchez
majosanchez@gmail.com

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