“El amor el los tiempos del
cólera, mi hermano”
(Latinoamérica, Calle 13)
Gente. Gente de todas partes, de diversos colores
políticos. Militantes. No militantes. Gente que llegó en micros, de a cientos,
gente que llegó a pie, individuos, grupos. Gente de Buenos Aires y de todas
partes del país, pero todos jugando de local en Plaza de Mayo. Esa era la
postal de ese punto de la ciudad tan caro a la memoria y el cariño argentino:
la Plaza de las Madres y Las Abuelas, ahí, frente a la Casa De Gobierno.
El denominador común: la alegría. Viejos, niños, jóvenes,
muchos jóvenes. Todos implícitamente ajustados a la coordenada de la fiesta de
la democracia y los derechos humanos, todas y todos dispuestos a pasarla bien,
divertirse, cómodo uno junto al otro, aunque sea desconocido, aunque hiciera
mucho calor, aunque el espacio cada vez se acotaba más con la llegada de los
cientos de miles de manifestantes. Es que se estaba festejando, justamente eso,
29 años de vida democrática, ininterrumpida. Cosa que en otros países puede
parecer muy poco tiempo, y tal vez lo sea, cuando la costumbre de elegir
representantes no ha sido suspendida abruptamente: prohibida. También se estaba
de fiesta por las conquistas en materia de derechos humanos, por los juicios
por la Verdad y la Memoria, por los nietos recuperados y por las ganas intactas
de seguir buscando a los que faltan. Por la ley de Matrimonio Igualitario, la
Ley de identidad de Género, la Asignación Universal que ayuda a miles de
chicos.
Y saber todo lo que falta, saber que lejos está aun la
Justicia Social, pero tener también la plena certeza de estar caminando con
paso firme, sin vacilaciones, el camino que nos llevará a ella.
Y en ese camino no daremos ni un paso atrás, porque las
conquistas del pueblo las debe defender el pueblo. Ni un paso atrás, porque una
sociedad que ha tenido torturados, desaparecidos, secuestrados y apropiados,
necesita memoria, sino repetirá el desastre, sino no es nada. Ni un paso atrás,
porque odiar es humano, pero amar también, y nada importante y sano puede
hacerse sin amor. Ni un paso atrás, porque festejamos la vida, los derechos
propios y ajenos, la democracia que es justamente poder decidir por nosotros,
porque los pueblos sin alegría han perdido las batallas de antemano. Ni un paso
atrás, ni para tomar carrera.
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