Soy muchas cosas, buenas y malas, pero por sobre todas
ellas, soy lectora. Y una lectora ávida. Leo todo lo que puedo, a veces puedo
elegirlo y a veces no, poesía, cuento, novela, no ficción, ensayo, notas
periodísticas… de esto último leo todos los días, quiera o no, pues me gusta –y
tengo que- estar informada. A veces me agrada lo que leo en los diarios, y
otras no. Como a todo el mundo, imagino. Y a veces leo cosas que dan bronca,
por ejemplo. Y la bronca tiene, al menos para mi, diversos niveles. En algunos
de esos estratos se toca con la indignación, en otros con la vergüenza, o con
la desesperanza.
Últimamente, cada vez que leo alguna declaración de
Hermes Binner, operan en mí un amplio espectro de estas variables de los
niveles de la bronca, se combinan, se sustentan. Me gustaría poder decírselo a
él, explicarle los motivos del enojo que me producen sus declaraciones, pero
digamos que no es el hombre más accesible, ni predispuesto al diálogo o la
crítica. Es por eso que elijo hacerlo por acá. Ojalá lo lea.
Aunque si él alcanzara con su vista estas líneas y
dispusiera de unos minutos para ellas, no leería nada que no supiera. Es que yo
quisiera decirle en su pétrea cara que a mi lo que me da bronca no es lo que
dice en sí, sino que habla desde un lugar
que no le pertenece: el Socialismo. Pero esto él ya lo sabe. Obvio.
Son sus últimos dichos, aquellos sobre el presidente
reelecto de la República Bolivariana de Venezuela, que cito aquí por si no los
leyeron: “Si no está en
condiciones de jurar, tampoco de asumir. Me parece una cosa de sentido común”. El más
infrecuente de los sentidos, que le dicen. A estos dichos, que se plegaron a la
oposición venezolana, la caprilista, la que se opone al proceso socialista, que
parecen sacados de una declaración de algún político de la derecha reaccionaria
que tiene ese país caribeño, a estos dichos me refiero. Pero estos han sido el
colofón de un derrotero de expresiones marcadamente anti socialistas, como
cuando afirmó que había que pagarle a los fondos buitres en el caso de la
Fragata Libertad, o esas meramente inconexas, las que hace como si todavía no
se hubiera terminado de despertar de la siesta. Esas que aun no termino de
interpretar si se las redacta el enemigo o sólo lo hace para confundir.
Y escribo esto en primera persona porque es así como me
afecta. Me molesta que en mi país alguien como él sea sinónimo de socialismo.
Porque si vamos a entrar en eso de que es el presidente del Partido Socialista
y bla bla, dejo de escribir ya mismo: no voy a aceptar la simpleza de decir que
ese sello lo hace portador de esa ideología, ni siquiera estar afiliado a ese
partido te hace necesariamente representante de esas ideas, porque el
socialismo es más que eso, el socialismo es otra cosa, el socialismo no es
Hermes Binner.
Entonces, que él se atribuya semejante representación,
que le queda inmensa a la pequeñéz de su persona, me molesta. Que los medios
hablen del socialismo y lo nombren como máximo delegado de ese compendio de
pensamientos y acciones, me molesta. Porque es falaz, porque no es así, y no lo
dicen estás líneas que escribo solamente, lo dicen los actos y opiniones de ese
político santafesino mucho mejor.
Todo la América Latina que suscribe al socialismo, como
Bolivia con Evo, como Uruguay con José Mujica, como Ecuador con Rafael Correa,
por ejemplo, apoyan y sostienen a Hugo Chávez, con sus aciertos y errores, que
todos tenemos, pero que en un líder mundial naturalmente destacan más tanto las
virtudes como los defectos. Así mismo, todo el arco que podemos llamar nacional
y popular (pero no en términos de límites en mapas, ni separaciones estatales,
sino en su significado de patria, y tampoco la que señala a un solo país, sino
la otra, la Grande, la Latinoamericana), está con la Venezuela socialista, en
contra de los intereses neoliberales de la oposición, aquella que hace guiños
imperialistas. ¿Con quien se aliña el mal llamado Socialista Hermes Binner? Con
esta última, con la que porta los intereses de unos pocos, la que está en todos
lados, como la mugre: la que quiere países para pocos, la que quiere siervos y
no ciudadanos, la que desconoce la solidaridad. Ahí está él.
Mientras tanto, por suerte, nuestros países siguen
hermanados, fortaleciéndose mutuamente, creciendo, batallando contra las
enfermedades de nuestra tierra, que son el hambre, la pobreza y la desigualdad,
y que pueden resumirse en un padecimiento fundamental, que es la injusticia. Y
no nos detenemos a esperar a aquellos que se creen los elegidos, los castos,
los puros, los que piensan que sólo desde sus beatíficas manos se construirá la
república, los que creen que desde sus distinguidas bocas surgirán las palabras
reveladoras que esclarecerán las mentes nubladas. No te necesitamos Binner, el
Socialismo Latinoamericano puede prescindir de vos con soltura, como lo hizo
siempre.
María José Sánchez
1 comentario:
El socialismo vernáculo es tanto o más contradictorio que las opciones que ofrece en Europa. Y no es desde ahora ni a partir de Binner.
El Partido Socialista integró la Unión Democrática, aunque muchos referentes saltaron de la estructura -grande o nimia- para sumarse al Movimiento que emergía de la mano del Gral Perón. De hecho, cuando debieron elegir el nombre partidario años más tarde, se decidieron por Partido Justicialista ya que la idea base era -y volvió a ser en 2003- la Justicia Social. Ambos conceptos -cuasi neologismos- adoptados para no usurpar la denominación del rancio Partido Socialista.
Y si alguien sale con el "justicialismo" de Me#em o López Rega -por citar los enrostrados habitualmente- bien se puede preguntar acerca del "socialismo" de Ghioldi, Repetto y tantos más. Esos que integraron la Junta Consultiva Nacional de la Revolución Fusiladora.
María José: Muy buena tu nota -a la vez catártica- pero las cosas son lo que son y como son. Y está bueno compartir lo que cada quien aprecia de ellas.
Abrazo a vos y lectores/as.
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