domingo, abril 24, 2011

Como ofreciendo empleo



“Yo creo que todavía no es demasiado
 tarde para construir una utopía
que nos permita compartir la tierra”
(Gabriel García Márquez)

A lo largo de éstas últimas semanas, hemos sido testigos de una controversia inusual. Un debate confuso, dónde cultura y política se posaban de boca en boca, se mezclaban en conceptos y solían decantarse, cosa triste, en chismeríos. Ocurrió que el escritor peruano Mario Vargas Llosa fue invitado a inaugurar la Feria del Libro en Buenos Aires. Y hubieron quienes sugirieron que no era el más indicado para la apertura de dicho evento, por sus declaraciones, casi siempre agresivas y opositoras a los gobiernos de la región, incluido éste, claro.
Considero no sólo importante, sino imprescindible marcar ciertas cuestiones que resultan decisorias a la hora de emitir una opinión al respecto de esta visita. Resulta imposible hablar de Mario Vargas Llosa sin mencionar si quiera o cuanto menos tener en cuenta, su participación en política y su transmutación ideológica. Podrían hacerse valoraciones meramente literarias sobre su obra, seguro, pero no sobre su persona dejando al margen sus expresiones o su forma de pensar. Esto ocurre por el simple hecho de que es un ser complejo, como todos, con diversas aristas, como todos, y en base a esa heterogeneidad inherente en cada humano, es que podríamos acercarnos a una apreciación completa y razonable.
Esta suerte de amalgama político-literato es inseparable, tanto para escribir, como para hacer política. Es hasta innata o inconsciente, si se quiere una aproximación más psicológica. Entonces, cuando hablamos del arribo de Vargas Llosa a la Feria del Libro, no sólo hablamos de la llegada de un escritor galardonado con diversos premios, sino también, de un ex candidato a presidente del Perú, de un político que, según un proceso que él mismo describe, pasó de “convicciones socialistas a convicciones democráticas y liberales”, como si la democracia fuera antónimo de socialismo. Ataca a los gobiernos que tilda de ‘populistas’ y ‘cortoplacistas’ en Latinoamérica y no apoya a los Estados presentes. Por ende, no estamos hablando de un escribidor con trofeos simplemente.
Ahora bien, es tan significativo analizarlo en su entorno y opinar sobre  Vargas Llosa desde ambos universos, como permitir y aceptar el hecho de que él también tiene el derecho a expresarse de la manera que quiera y pueda. No podemos caer en sólo dejar sonar las voces que nos agradan. Es más, debemos defender esa capacidad de emitir nuestro juicio libremente porque esa es una potestad de la democracia, ésa es una bandera del socialismo, aunque dicho escritor lo crea antagónico.
Tampoco deben obnubilarnos las condecoraciones y creer que quienes las ostentas tienen una palabra impermeable e irreprochable, porque, por citar ejemplos e ilustrar conceptos, las Abuelas de Plaza de Mayo no obtuvieron aún ningún premio Nobel, y Barak Obama ya recibió el de La Paz, mientras bombardea pueblos africanos y mantiene cárceles dónde se tortura por convicción.
Todo se aprende, porque vivimos estudiando, aún cuando no nos lo proponemos, porque la batalla contra la ignorancia no se gana leyendo un libro un día, ni ganando una medalla otro. Todo puede ser asimilado, incluso la tolerancia, esa que permite que nos expresemos en libertad, todos, tanto los que escriben cartas en las que solicitan que se reconsideren ciertas presencias en ciertas Ferias, como aquellos que llegan y dan discursos plagados de lugares comunes, que no cubren las expectativas de aquellos que buscan referentes opositores casi con la misma rusticidad con la que se coloca un aviso en el diario ofreciendo empleo.

María José Sánchez
Mar del Plata

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