“Cuanto más se prolongue la violencia, (...)
se crea una tradición de violencia y
los hombres aceptan escalas de valores,
de acuerdo con las cuales los actos de violencia
se computan como hechos heroicos o virtuosos.”
(Aldous Huxley)
La dinámica natural de los días, sumado al sinfín de noticias con las que somos bombardeados todo el tiempo, hace que nos perdamos algunos detalles de la realidad en la que se vive. A veces se nos escapan datos de cuidado o leemos tan rápido que no hacemos a tiempo de observar entre líneas.
El martes pasado, en una columna del diario La Nación, Rolando Hanglin, hizo pública una forma de pensar las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Él se cuida de aclarar que ésa no es violencia de género, sino que cuando un hombre “desea expresar un sentimiento, la puede (a la mujer) zamarrear o abofetear: nunca con intención de ocasionar una herida física”. Ése es el momento exacto en que debe encenderse un alerta gigante: estamos en presencia de apología a la violencia de género, lisa y llanamente.
Resulta llamativo como se disfrazan algunos a veces, se hacen llamar hippies, se dicen progres, desvirtuando obscenamente el término. Detrás de esta pose casi liberal, se esconde y espera agazapado alguien que no sólo avala que las mujeres sean golpeadas y expongan sus mejillas en pos de lograr que el hombre pueda evacuar “la erupción de una emoción inevitable”, sino que, además, alienta al lector a vivir semejante experiencia: “El que no vivió estas circunstancias, se lo pierde: en ocasiones, las palabras no alcanzan para descargar un sentimiento, de manera que los bifes vuelan, y suelen volar de ida y vuelta”
Justo ayer, dos días después de dicha columna, fue el Día Internacional de la violencia de Género, con todo lo que ello conlleva: violencia doméstica, laboral y hasta trata de personas. Hay violencias naturalizadas, difíciles de erradicar, porque se convierten en la normalidad. Leer estos pensamientos, estos comentarios, en este caso en diarios de tirada nacional, jamás debe transformarse en algo cotidiano, nunca debemos dejarlo pasar como un pequeño detalle, porque son loas al maltrato, ponderaciones a la intimidación, al terror que miles de mujeres sufre día tras día.
¿Sabrá Hanglin que después de esa primer cachetada tan chic que él promueve a degustar, muchas, muchísimas veces sigue otra y otra y más golpes y vejaciones y hasta la muerte? Sí. Hanglin sabe.
De nosotros depende denunciar estas cuestiones que indignan, ponerlos en evidencia, hace conocer como piensan y quienes son. Está en nuestras manos, en las manos de nuestra sociedad tomar esa decisión, si no nos oponemos a ésto y callamos estas situaciones, dejándolas pasar como si esas bofetadas no dolieran, como si muchas veces no se multiplicaran hasta el pánico, seremos tan cobardes como ellos, seremos cómplices de estos promotores de la violencia.
María José Sánchez
majosanchez@gmail.com
2 comentarios:
No resulta extraño de Hanglin viniendo desde ese espacio de opinión en que ahora se expresa, digo opinión casi a modo de eufemismo, dado que la máxima pretensión del medio es fijar agenda, si hasta lo dice su primer eslogan; es una tribuna de doctrina.
Buen punto al señalarnos este detalle a los tantos que no agarramos ese diario ni para cubrirnos de la lluvia.
Saludos.
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